Peru Election 2006

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Local Analysts: The Good, the Bad and the Ugly of the Campaign

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Cae el telón
Por Augusto Álvarez Rodrich, La Opinión del Director
Perú 21, 02 de junio del 2006.

La tarea que debe empezar la próxima semana
Luego de cerrar sus respectivas campañas en Lima y Cusco, Alan García y Ollanta Humala se dedicarán hoy a ofrecer declaraciones periodísticas con las que pondrán punto final al esfuerzo con el que se comprometieron, con intensidad, durante el último año.
Ha sido una campaña particularmente dura que, en medio de agravios lanzados desde cada tienda política, ha confrontado al país frente al espejo de una realidad compleja en la que convive el progreso, que acaba beneficiando a unos pocos, con el atraso, que afecta a más de la mitad de la población que está debajo de la línea de pobreza.
Al mismo tiempo, ha sido una elección que ha permitido constatar la existencia de visiones divergentes sobre lo que se debe hacer en el país. El sur, el norte y la capital mostraron, en la primera vuelta, preferencias marcadamente diferentes respecto de las opciones que ofreció el menú electoral de esta temporada.
Durante la segunda vuelta, estas visiones se enfrentaron con particular dureza, creando un ambiente de tensión pocas veces visto antes en una campaña electoral, no solo entre los propios candidatos sino, también, entre distintos sectores de la sociedad.
Sin embargo, lo que el país debe empezar a entender es que la tarea de establecer diferencias que caracteriza a todo proceso electoral culmina este domingo, y se prolongará por unos días más -si es que la llegada es apretada- hasta que las autoridades electorales acaben de contar los votos.
A partir de entonces, habrá que empezar a seguir el camino de encontrar los puntos de encuentro entre las distintas fuerzas políticas y la construcción de los consensos mínimos que hagan viable el país durante el próximo lustro.
No será una misión sencilla si se tiene en cuenta las profundas diferencias que se han percibido durante esta campaña electoral. A pesar de ello, no hay otro camino que recorrer, cualquiera que sea el ganador de la competencia este domingo.
Mientras va cayendo el telón de la búsqueda de las diferencias, desde la próxima semana habrá que levantar el de la construcción de los consensos.
¿Dejó algo positivo esta campaña?
Por Carlos Basombrío
Perú 21, 02 de junio del 2006

La campaña, tanto en primera como en segunda vuelta, no ha hecho sino ratificar -si es que no agravar- la crisis de confianza de la población en la política. Es mentira que la búsqueda del mal menor haya sido un tema solo de segunda vuelta. Ni en la primera ni en la segunda hubo alguien que lograra realmente capturar la imaginación de la mayoría de los peruanos. Nadie logró convencernos -aun cuando fuese para una ilusión pasajera- de que tenía el liderazgo, la fuerza y las ideas para construir un gran país en que hubiera sitio para todos.
La segunda vuelta ha sido aun más decepcionante que la primera. Agresiones, insultos, intervención foránea, sicosociales, denuncias, mentiras y hasta violencia han sido los rasgos dominantes. Tanto así que Montesinos y Fujimori se han sentido de nuevo en ambiente y han visto sus esperanzas renacer. Sería injusto decir que no hubo, en ambas vueltas, propuestas y discusión de ideas; pero, en general, fueron pobres y casi siempre opacadas por el escándalo.
¿Cosas rescatables? También las hubo. Por ejemplo, hay una creciente conciencia -incluidos sectores empresariales usualmente reacios a entender estos problemas- de que el país es inviable tal como está; que se necesitan políticas de fondo y acciones urgentes para, de un lado, enfrentar la pobreza y la exclusión y, del otro, reconstruir la institucionalidad política.
Es casi consenso que el crecimiento económico -con lo insustituible que es para abordar los otros problemas- no solo no basta, sino que, por el contraste entre los que progresan y los que no, puede incluso agravar las tensiones.
Otra cosa positiva. Los meses de campaña han servido para ratificar que el “rebrote” de Sendero Luminoso era un tema inflado por razones políticas. Las elecciones han sido siempre el momento privilegiado por los senderistas para hacer daño. Pues, ya acabó la campaña y han sido totalmente marginales. No era verdad que porque hubiera democracia y respeto a los derechos de las personas, Sendero podría volver a ser el problema de antes. Si bien por falta de convicción política al más alto nivel aún sobreviven, los senderistas están estratégicamente derrotados y podrían ser fácilmente borrados del mapa, de manera definitiva, en los próximos años. (Catorce años después de la captura de Guzmán, como que ya es hora). Cabe advertir, sin embargo, que ello no significa acabar con las posibilidades de violencia -allí está el ‘Andahuaylazo’ de los Humala para probarlo-, sobre todo en un país con tantas heridas abiertas.
Por fin, la campaña ha terminado. El Perú entra a un nuevo periodo político sin gran entusiasmo, con mucha tensión y con alto riesgo de violencia. Si gana Humala, tendrá la mesa servida para aprovechar esos problemas y terminar de destruir nuestra débil democracia. Si gana García -y si es que realmente ha cambiado-, tendrá que construir consensos amplios y bregar duro para revertir una tendencia que nos empuja al abismo.
Peleas de callejón
Por Francisco Eguiguren
Peru 21, 02 de junio del 2006

Afortunadamente, este domingo 4 de junio culminará el proceso electoral y su accidentada segunda vuelta. Al fin quedaremos liberados de la saturación generada por la campaña y, sobre todo, del bajo nivel en el que esta ha caído durante las últimas semanas. Porque, si bien es normal que una confrontación electoral suponga ataques y algunos golpes bajos entre los candidatos y sus agrupaciones, ello no puede ser lo predominante. Cuando ello ocurre, como ahora, se minimizan logros destacables, como que la mayoría del electorado reclame un cambio y la profundización de la democracia real, o que se haya producido un debate entre los equipos técnicos de ambas fuerzas políticas.
No debe de haber existido proceso electoral peruano donde se haya descendido a este nivel vergonzoso de la forma de hacer política. No ha sido solo un tema de militantes energúmenos, de insultos o balazos ocasionales. Incluso los propios candidatos presidenciales se han lanzado mutuas acusaciones y epítetos, tales como sinvergüenza, asesino (de policías o de El Frontón), corrupto, ladrón, loco, etc. Solo ha faltado una mentada de madre, para completar este triste espectáculo de pelea y lenguaje de callejón. También hemos tenido la insólita intervención del presidente Hugo Chávez, emitiendo calificaciones inaceptables sobre el presidente Toledo, o sobre los candidatos García y Humala, atribuyéndose un derecho a influir sobre el proceso electoral peruano que no tiene ni nadie le ha pedido. Como si ello fuera poco, hasta Montesinos ha participado en la campaña con un audio y un librito en contra, según parece, de Ollanta.
Aquí no caben excusas, ni argumentar en defensa propia que el otro empezó primero. Los candidatos presidenciales tienen la responsabilidad de no caer en la provocación y de disciplinar la actuación de sus militantes. Su actitud ha contribuido, más bien, a caldear el ambiente, a denigrar al adversario y a bajar el nivel de la discusión. Son responsables también de no poder, o no querer, imponer orden en sus militancias y en sus voceros para que dejen de recurrir a este tipo de ataques.
Se han equivocado los candidatos y sus agrupaciones, creyendo que con más acusaciones contra el adversario le quitarían votos y los capitalizarían a su favor. Creo que lo que han conseguido, con este deplorable espectáculo, es incrementar el desprestigio de la política ante la población. Con tanto barro e insulto lanzado, lo más probable es que se acentúe el escepticismo y la justificada expresión de rechazo social. Tal vez ello incremente el número de votos viciados, que no determinan directamente al ganador de la elección, pero reflejan cuestionamiento o frustración. Tras la década del corrupto y autoritario régimen fujimontesinista, los dirigentes políticos tenían el deber de demostrar que algo han aprendido y ofrecer un ejemplo de calidad respecto al significado de la democracia. Pero han desperdiciado la oportunidad de hacerlo y son responsables de ello. Los perdedores somos todos.

¿Fujimori 2011? ¿Montesinos 2016?
Por Mirko Lauer
La República, 02 de junio del 2006

Hacerse cargo de la corrupción de los años 90 sigue demostrando ser demasiada carga para el sistema político e institucional peruano. Seis años después de que aquella pus fuera atajada, ella sin embargo sigue chorreando en fétidos riachuelos por todas partes. El mal parece fascinante para muchos, no preocupa a otros tantos, y amenaza volverse crónico.
No nos referimos a las personas que cometen faltas o delitos individuales, algo que sucede en toda sociedad y que el código penal contempla, sino a la formación de un virtual partido político permanente de la corrupción organizada, capaz de operar desde dentro o fuera del poder, y de los dos lados de los muros de las cárceles, y hasta de convocar simpatía entre la opinión pública.
Muchos de los presos y prófugos del 2000-2001 aún son el epicentro de la noticia, impostando la decencia, acusando a diestra y siniestra, alegando inocencias inverosímiles y reclamando espacios centrales en los desenlaces de las elecciones. Casi podría decirse que es por la firmeza chilena que Alberto Fujimori no es hoy un candidato de la segunda vuelta.
Los dos bandos que ahora compiten se acusan alegremente de estar vinculados al reo Vladimiro Montesinos, quien por su parte emite publicaciones, declaraciones, insinuaciones, que los medios acogen con cierta unción. La idea detrás del interés es que la corrupción guarda secretos capaces de decidir la suerte de partidos enteros, que ella es depositaria de una verdad más profunda.
El éxito de la corrupción de los años 90, que manejó importantes medios audiovisuales hasta el primer tercio de este decenio y siempre tuvo algún diario a su servicio, ha consistido en difundir la convicción de que entre ella y los políticos de la democracia no existe diferencia moral sustantiva. Por desgracia hay casos específicos que le han dado la razón.
De otro lado, la utilización farsante de medios incautos o complacientes (práctica por algún motivo bautizada como psicosocial) ha sido elevada al nivel de un arte. El documento fraguado o robado, el falso testimonio, la declaración calumniosa, se han vuelto moneda corriente en el intercambio político. El público confundido termina optando por no creer en nadie. Este es otro triunfo de la corrupción.
En un reciente artículo de la red el columnista Herbert Mujica acude a los historiadores para señalar que el periodismo enviciado y sus operadores han sido un reconocido rasgo estándar en el Perú desde el siglo XIX. Si esto es así, el fenómeno de estos días merece una atención algo más detenida que el lamento o la indignación.
Lecciones de una charada
Miguel Santillana
Correo, 2 de junio del 2006

Opiniones sobre las elecciones del domingo:
Felizmente se termina esta mal llamada ”fiesta democrática“. Si bien la mitad de la población votó por dos opciones que le prometen un cambio con respecto al modelo vivido hace 16 años, las diferencias de fondo son de énfasis y matices. La falta de definición sobre temas y opciones de política causa incertidumbre en el votante medianamente informado.
El fujimontesinismo sigue vivito y coleando. Apostó por las candidaturas “potables”. En estos cinco años nunca se pudo extirpar este cáncer, pues varios personajes públicos tienen rabo de paja o son agentes encubiertos. ¿Lucha anticorrupción? No me hagan reír. Ejemplo: hasta ahora no sabemos qué negociaba el asesor presidencial Almeyda con el “suicidado” Gral. Villanueva.
La democracia se ha desvirtuado en su esencia. Para amplios sectores de la población es como si el derecho a la corrupción se haya descentralizado: hay una metástasis de candidaturas a cualquier cosa, puesto que el cargo público permite la mejora financiera personal y familiar. Ya veremos en las elecciones municipales, en los distritos con ingentes recursos del canon, cómo se multiplican las candidaturas. No hay una idea del servicio público.
La “derecha” no existe hace décadas; sólo lanza pálpitos liberales. La “derecha” no es un cuerpo ideológico doctrinario. Es la simple defensa de los intereses de grupos dominantes y sus privilegios, por eso se agrupa alrededor de los principales bufetes de abogados y el control de los medios de comunicación. Tiene “técnicos” claves en la estructura del Estado. Es incapaz de integrarse a nuevos sectores emergentes con quienes podría compartir valores, pues hay un tabique invisible que se puede llamar “crianza, estrato o procedencia”. De otra forma no se entiende que el empresariado emergente no participe de la Confiep.
La izquierda es un sentimiento y/o un resentimiento dependiendo del origen y crianza del individuo. La izquierda ha sido un mecanismo de ascenso social como antes lo era el ser cura o militar. Ha sido un buen negocio: en una generación muchas personas han mejorado su status social y económico. El sensible encanto del sueño ”pequeño burgués“ hecho realidad; por eso el desastre electoral y la crisis de las ONG. Es increíble cómo muchos intelectuales y cuadros se han olvidado de principios y ejemplos de vida para entregarse a esa ”mazamorra“ de intereses llamada el humalismo. ¿Salvo el poder todo es ilusión? La izquierda limeña es responsable de que se haya abandonado a las provincias a favor de grupos extremistas.
El APRA es Alan García. Personas mayores me dicen que siempre fue así: todo el poder para el Jefe. Los que padecimos su gobierno todavía esperamos un deslinde de responsabilidades y un reconocimiento autocrítico de errores. El “ímpetu de la juventud” no es excusa. AGP proclamado como salvador de la democracia y los DDHH por los mismos medios que lo denunciaban. ¡Quién lo diría!
Depende de nosotros que esto cambie ejerciendo plenamente nuestra ciudadanía.

Written by Michael Ha

June 2nd, 2006 at 7:25 am

Posted in Political Parties

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