Monthly Archives: October 2014

Todos los fuegos el fuego

Todos los Fuegos el Fuego son una serie de cuentos recogidos cuyo título general es tomado de uno de los cuentos. Aparentemente los cuentos no parecen tener relación, pero lo que los une es la variedad de técnicas a manera de juego que se utilizan y que hacen que las historias tengan distintos puntos de vista. Destacando los narradores omnicientes y los narradores en primera persona. Otra cosa que los une es el contenido de los cuentos que es como una metáfora en donde todas las diferentes historias que se narran sean al final una sola la historia del hombre en sus diferentes esferas, de ahí el título: todos los fuegos al final termina siendo el fuego.

Los problemas que se suscitan en las diferentes historias son el deseo del ser humano de encontrar sentido a sus vidas en medio de lo monótono y mediocre de la modernidad. Por ejemplo, en Autopista del Sur, pareciera que el autor aprovecha la anécdota de un congestionamiento para describir como las sociedades se forman y cómo se van interelacionanado entre ellos, donde cada sujeto desempeña una función dentro de esa sociedad, es como que nos explicara que en una sociedad cada sujeto de manera natural desempeña una función diferente.

En otro de los cuentos el narrador aprovecha para criticar la falsedad moral de algunos intelectuales que piensan que el cambio está en las palabras y no en la acción.

La verdad es muy dura; hay que ocultarla para que no duela, y esta  mentira con la costumbre se convierte en una nueva verdad.

Hay una búsqueda fallida de algunos personajes de querer cambiar su historia, pero es una búsqueda es imposible,  por ejemplo en el cuento “La isla a mediodía” está la necesidad de uno de los personajes de cambiar: matar al hombre viejo(hombre modern) para convertirse en hombre nuevo (hombre simple, el pescador), al final sabesmos que solo lo consigue momentaneamente en la imaginación. En el “El otro cielo” El personaje principal que es un corredor de la bolsa consigue salir de su vida monótona momentáneamente, pero es vencido por el peso de la sociedad y su realidad.

Todos los fuegos el fuego

Todos los Fuegos el Fuego son una serie de cuentos recogidos cuyo título general es tomado de uno de los cuentos. Aparentemente los cuentos no parecen tener relación, pero lo que los une es la variedad de técnicas a manera de juego que se utilizan y que hacen que las historias tengan distintos puntos de vista. Destacando los narradores omnicientes y los narradores en primera persona. Otra cosa que los une es el contenido de los cuentos que es como una metáfora en donde todas las diferentes historias que se narran sean al final una sola la historia del hombre en sus diferentes esferas, de ahí el título: todos los fuegos al final termina siendo el fuego.

Los problemas que se suscitan en las diferentes historias son el deseo del ser humano de encontrar sentido a sus vidas en medio de lo monótono y mediocre de la modernidad. Por ejemplo, en Autopista del Sur, pareciera que el autor aprovecha la anécdota de un congestionamiento para describir como las sociedades se forman y cómo se van interelacionanado entre ellos, donde cada sujeto desempeña una función dentro de esa sociedad, es como que nos explicara que en una sociedad cada sujeto de manera natural desempeña una función diferente.

En otro de los cuentos el narrador aprovecha para criticar la falsedad moral de algunos intelectuales que piensan que el cambio está en las palabras y no en la acción.

La verdad es muy dura; hay que ocultarla para que no duela, y esta  mentira con la costumbre se convierte en una nueva verdad.

Hay una búsqueda fallida de algunos personajes de querer cambiar su historia, pero es una búsqueda es imposible,  por ejemplo en el cuento “La isla a mediodía” está la necesidad de uno de los personajes de cambiar: matar al hombre viejo(hombre modern) para convertirse en hombre nuevo (hombre simple, el pescador), al final sabesmos que solo lo consigue momentaneamente en la imaginación. En el “El otro cielo” El personaje principal que es un corredor de la bolsa consigue salir de su vida monótona momentáneamente, pero es vencido por el peso de la sociedad y su realidad.

Todos los juegos el juego

Me gustan los cuentos. Me gustan, pero no me apasionan. Son como cortometrajes: buenos para cambiar, para gozar algo rápido; como una merienda, como un picar entre almuerzo y cena: unas aceitunas aquí, unos quesitos allá. Una buena picada es preferible a un almuerzo malo, y Cortázar es una muy buena picada. Pero personalmente me satisfago de verdad frente a dos entradas, precedidas por un antipasto y seguidas por dulce, café y licor final. Eso es el verdadero regocijo.

Los cuentos de Cortázar son unos preciosos juegos literarios, virtuosismo de técnica, ejercicios cerebrales. Pero no son juegos inocentes, sino más se parecen al juego del gato con el ratón. Cuando el gato sabe que el ratoncito ya no podrá escaparse empieza a jugar con él, casi para sentir su miedo y complacerse de su fuerza y poder. En los cuentos de Todos los fuegos el fuego, la incertidumbre es omnipresente; la realidad se esconde, se entreve, se pierde entre los eventos que nunca tienen un sentido unívoco, que hasta el final no adquieren un sentido preciso. Digo hasta el final pero debería decir más allá de aquél: ¿qué sabemos realmente de los personajes y su de destino? ¿Qué sabemos de Pablo por ejemplo?¿Ha muerto o después de haber conseguido el cariño de Cora volverá a casa feliz de su “primera conquista”? ¿Qué pasará con el hombre del Peugeot 404 y la chica del Renault Dauphine, volverán a verse, se casarán? ¿Y qué relación tienen una pareja de la Roma imperial (o acaso republicana) con un triángulo amoroso francés del siglo XX? Preguntas de las cuales yo todavía no tengo respuesta.

Lo que me llama mucho la atención en Cortázar es su maestría en mezclar elementos de la cotidianidad con otros paradójicos, quiméricos pero verosímiles. Nuestra percepción de la realidad es atacada constantemente, consistentemente (y ojo que constancia y consistencia no son sinónimos) por las atmósferas, las circunstancias creadas página tras páginas: en pocas lineas Cortázar es capaz de crearlas sin que nos diéramos cuenta; es suficiente una breve descripción para darnos una idea concreta del lugar y del “aura” a los cuales pertenece la narración.

Especialmente los lugares son lo que más destaca según mi impresión: he sentido como si fuera realidad el tedio del tráfico parado en las afueras de París, la ansiosa esterilidad de un hospital argentino, el calor y luminosidad de una isla mediterranea y la niebla húmeda de Londres.

Todos los fuegos el fuego, variedad de estructuras narrativas

Todos Los Fuegos El Fuego de Julio Cortazar

La conclusión de la lectura de Todos los fuegos el fuego incorpora otra colección de cuentos de Cortázar a los ya leídos. Una vez más quedo fascinada ante su habilidad de convertir en cuentos magistrales tanto episodios extraordinarios, -como la caída de un avión en un punto del Egeo donde vivía uno de sus tripulantes- como temas comunes  aparentemente carentes de dramatismo; como un atasco de autopista, la antesala de una cirugía y un triángulo amoroso.   El tomo es un despliegue de diversas técnicas narrativas que nos hacen pensar que Cortázar concibe la literatura como un constante juego de experimentación y renovación.

En el caso de La señorita Cora, que narra los vínculos que se establecen entre un joven paciente y su atractiva enfermera, hay una sucesión de parlamentos de los personajes donde se entrelazan los enunciados de unos con otros, sin ser diálogos, en muchas ocasiones apenas separados por una coma. Tal es el caso de la conversación de la madre de Pablo, el paciente, con la enfermera Cora: “le agradeceré que atienda bien al nene mire que he hablado con el doctor De Luisi, pero si, señora, se lo vamos a atender como a príncipe. Es bonito su nene, señora, con esas mejillas que se le arrebolan apenas me ve entrar” (40) Esta técnica narrativa requiere una constante atención de parte del lector ya que prolongados párrafos se suscitan faltos de algún tipo de marca textual que indique el cambio de voz o de narrador.

En La salud de los enfermos el narrador se refiere a “mamá” como si fuera el hijo de la enferma a quien se le trata de ocultar la muerte de Alejandro, su hijo menor. Pero en ningún momento se identifica como hermano de Carlos y Rosa o sobrino de Roque y Clelia. Cortázar apela a esta estrategia para crear cercanía e intimidad en el relato al transformarse en narrador testigo y protagonista.

Diferente aproximación adopta en Todos los fuegos el fuego donde echa mano a una técnica más audaz. El cuento consta de dos argumentos paralelos, distanciados en el tiempo y el espacio, pero con lazos temáticos de tríos amorosos y un desenlace común vinculado al título. Una de las historias tiene lugar en un circo romano en torno a los celos de un procónsul, su esposa Irene y Marco, un gladiador. La otra es contemporánea y urbana y trata de Roland y sus amantes Sonia y Jeanne. Al principio los dos relatos están bien demarcados, pero a medida que se van desarrollando comienzan a entretejerse y yuxtaponerse –como fue en el caso de La señorita Cora– en un mismo párrafo sin mayor referente textual que anuncie los cambios. Los dos finales se enlazan a través del fuego destructor, que a manera de alegoría da a entender que todas las pasiones, sin distinciones de época, clase social o escenario, son una misma pasión.

Una vez más en esta obra Cortázar hace un despliegue de su dominio del manejo de los diversos planos narrativos en los cuales a pesar de ciertas ambigüedades logra conectividad y coherencia.

Todos los fuegos el fuego (1966), Julio Cortázar

Esta semana leímos una colección de cuentos por Julio Cortázar, compilado bajo el título de uno de estos: Todos los fuegos el fuego. A primera vista, el libro consta de ocho cuentos, distintos no sólo por los espacios-tiempos en que se desarrollan (desde Cuba y París a una isla del Mediterráneo y Roma hace 2000 años) pero también por la trama. En la superficie, no tienen nada aparente en común (tal vez a pesar de la muerte). Sin embargo, después de cavar un poco, el lector distingue que la mayoría poseen una multiplicidad en la trama, sea explicita como es el caso de “Todos los fuegos el fuego” o más implícita, como en “la salud de los enfermos”. Quiero decir que, en realidad, Cortázar escribió mucho más de ocho cuentos, y la multiplicidad se hace aparente en dos maneras.

Primero, vemos en algunos casos un cuento dentro del cuento (una técnica literaria empleada por Borges también). En estos cuentos principales y secundarios mezclan la realidad y la fantasía no sólo para el lector, pero para los personajes también. En “La salud de los enfermos” el relato principal es de una familia que lamenta (y ocultan) la muerte de un hermano, Alejando, mientras que cuidan para su madre moribunda y la distraen de las noticias. El cuento secundario desarrolla por medio de unas cartas fabricadas por los otros hermanos y un amigo en el Brasil. Inventan sucesos que reflejan las noticias actuales, y al fin y al cabo son los engañadores que creen la mentira, y la “engañada” que entiende la verdad. Se convierten en víctimas de una invención contagiosa; se sienten como si Alejando fuera vivo y como si hubiera escrito todas las cartas a lo largo de la trama. Esto se hace más aparente en las palabras concluyentes:

Rosa, que la había recibido [una carta de Alejando], la abrió y empezó a leerla sin pensar, y cuando levantó la vista porque de golpe las lágrimas la cegaban, se dio cuenta de que mientras la leía había estado pensando en cómo habría que darle a Alejandro la noticia de la muerte de mamá.

Algo semejante ocurre en “La isla al mediodía”. El protagonista, debido a una obsesión con una isla una isla con forma de tortuga, por fin “llega” a esta isla donde ve caer el avión en que supuestamente trabaja. El rescata a un hombre, en vana, porque había muerto en el accidente. Los habitantes de la isla llegan a la escena y encuentran un solo cuerpo, señalando al lector que a lo largo del cuento, Marini había construido en su mente un cuento debido a su obsesión.

También, la multiplicidad se hace aparente en una manera más explícita, como vemos en el cuento “Todos los fuegos el fuego”. (Es posible que el título en sí señale esta multiplicidad que surge de un solo relato.) De todos modos, la trama de este cuento se distingue de los otros por la presencia de dos diferentes espacios-tiempos: el primero en la modernidad con teléfonos, revistas de modas y fósforos, y el otro con los gladiadores combatiéndose con las espadas y tridentes. En esto caso vemos dos historias paralelas en que Cortázar teja dos relatos distintos (a veces dentro del mismo párrafo) con un desenlace común: concluyen trágicamente con cuerpos consumidos por el humo y el fuego.

Fantasías comunales

Es interesente este trabajo hermenéutico con respeto a este libro Todos los fuegos el fuego. Es como si en nuestras esfuerzos de encontrar una narrativa o una temática coherente entre los varios cuentos estuviéramos atrapado nosotros mismos un mundo cortazariano. Lo que quiero sugerir con esta afirmación es que muchas de las historias demuestran esta tentativa misma de un colectivo buscando un hilo de significación a para descifrar una situación irreduciblemente opaca.

Por ejemplo la familia de “La salud de los enfermos,” que termina ocultando la muerte de su familiar, no para la protección psíquica su mamá débil, sino para ellos mismos para que puedan seguir con la fantasía que les alivia el dolor de la trauma:

“[L]a familia llegó a preguntarse si no habría alguna influencia inconsciente, algo que desbordaba del comportamiento de todos ellos, una inquietud y un desánimo que hacían daño a mamá a pesar de las precauciones y la falsa alegría” (62).

Entonces la pregunta finalmente es, ¿qué es esta ‘influencia inconsciente’? ¿Es algo más que la aceptada propensión humana de crear la significación en cualquier situación?

Se ve esta proclividad también en “La autopista del sur”–la comunidad espontánea del embotellamiento no pueden soportar la idea de lo aleatorio de su situación y pasan el tiempo especulando sobre la causa absente. También, lo que organiza el cuento de “Reunión” es la presencia misteriosa de Luis y todas sus acciones se forman con respeto a su jefe que les ha dado los ordenes.

Me parece importante que todos estas fantasías—si se pueden describirlos así—so desarrollan un espacio comunal, o por los menos, interpersonal. Diría yo que los cuentos de Cortazar nos provocan a pensar más allá de la figura del camino personal existencial o espiritual para la significancia de la vida del hombre. Nos exigen pensar en como estos fabricaciones se elaboran comunalmente con una manera particular de organizar lo social con respeto a una visión especifica de la historia.

 

 

 

 

Fantasías comunales

Es interesente este trabajo hermenéutico con respeto a este libro Todos los fuegos el fuego. Es como si en nuestras esfuerzos de encontrar una narrativa o una temática coherente entre los varios cuentos estuviéramos atrapado nosotros mismos un mundo cortazariano. Lo que quiero sugerir con esta afirmación es que muchas de las historias demuestran esta tentativa misma de un colectivo buscando un hilo de significación a para descifrar una situación irreduciblemente opaca.

Por ejemplo la familia de “La salud de los enfermos,” que termina ocultando la muerte de su familiar, no para la protección psíquica su mamá débil, sino para ellos mismos para que puedan seguir con la fantasía que les alivia el dolor de la trauma:

“[L]a familia llegó a preguntarse si no habría alguna influencia inconsciente, algo que desbordaba del comportamiento de todos ellos, una inquietud y un desánimo que hacían daño a mamá a pesar de las precauciones y la falsa alegría” (62).

Entonces la pregunta finalmente es, ¿qué es esta ‘influencia inconsciente’? ¿Es algo más que la aceptada propensión humana de crear la significación en cualquier situación?

Se ve esta proclividad también en “La autopista del sur”–la comunidad espontánea del embotellamiento no pueden soportar la idea de lo aleatorio de su situación y pasan el tiempo especulando sobre la causa absente. También, lo que organiza el cuento de “Reunión” es la presencia misteriosa de Luis y todas sus acciones se forman con respeto a su jefe que les ha dado los ordenes.

Me parece importante que todos estas fantasías—si se pueden describirlos así—so desarrollan un espacio comunal, o por los menos, interpersonal. Diría yo que los cuentos de Cortazar nos provocan a pensar más allá de la figura del camino personal existencial o espiritual para la significancia de la vida del hombre. Nos exigen pensar en como estos fabricaciones se elaboran comunalmente con una manera particular de organizar lo social con respeto a una visión especifica de la historia.

 

 

 

 

Todos los fuegos el fuego: una búsqueda de estéticas

Casi siempre es muy difícil al enfrentarse a una compilación de cuentos encontrarles una línea común, una reiteración que unifique los relatos bajo alguna premisa. Por supuesto, esto no tiene que ser así. De hecho, muchas veces –acaso las más de ellas– las compilaciones responden a hechos metaliterarios o simples casualidades. Creo que tal es el caso de Todos los fuegos el fuego. Desde mi perspectiva, finalmente, no hay un mismo puerto donde desembarquen todos los cuentos; cada uno tiene un universo particular que debemos desentrañar como lectores.

Sin embargo, creo que algunos cuentos del libro pueden compartir algunos rasgos en común (no de contenido, pero sí de estética). Así, por ejemplo, La autopista del sur, La isla al mediodía, Instrucciones para John Howell me parece que juegan con el absurdo, pero no en el sentido de Beckett o Ionesco en el teatro, sino simplemente en el sentido de ponernos en situaciones absurdas, irracionales, altamente improbables, inverosímiles… pero, dentro de todo, posibles. En otras palabras, se trata de situaciones que, con su absurdo esencial, nos ponen en los límites de la realidad y de lo creíble; conceptos distintos, dicho sea de paso. No son, tampoco, universos neo-fantásticos, como define Jaime de Alazraki algunos cuentos de Cortázar y Borges; nadie vomita conejos, por ejemplo. Son eventos reales, de personas comunes llevados al límite; increíbles pero posibles (casi al final de estas historias podría ponerse la famosa leyenda “aunque usted no lo crea”). Y creo que la virtud de estas historias es cuestionarnos nuestra propia realidad, que casi siempre damos por sentado que está bien centrada en los límites de lo que consideramos “normal”.

En cuentos como La salud de los enfermos, La señorita Cora (mi favorito después de La autopista al sur, confieso) y El otro cielo más bien parece haber una estética del aburrimiento. Los personajes que allí se nos presentan son mujeres y hombres que parecen tener un aburrimiento existencial, una especie de tedio superpuesto en sus vidas. Así, la madre en La salud de los enfermos se resigna a un aburrimiento que, finalmente, es el aburrimiento que le producen las mentiras que de antemano sabe y que, por tanto, inútilmente urdieron sus familiares. La enfermera Cora, por su parte, encuentra en cierto modo un alivio al aburrimiento de su rutina al cuidar a Pablito, pero finalmente regresa ella a su aburrimiento en un acto más de resignación que de convicción. Y, finalmente, el personaje en quien más se aprecia esta estética del aburrimiento es el narrador de El otro cielo, quien parece más bien entristecerse un poco cuando encuentran al asesino que mantenía a todos en acecho y en constante alerta. No es casualidad, quizás, que cuando todo eso se acaba, se termina por someter definitivamente al aburrimiento que su madre y su novia le proponen. Lo genial de estos cuentos es que, finalmente, la estética del aburrimiento nos mantiene alertas como lectores y con ganas de seguir leyendo.

La isla al mediodía, me parece, puede ser un cuento que engrane estas dos estéticas, pues estamos antes un hombre aburrido cuya vida llega a un destino absurdo que finalmente termina con un hecho completamente improbable que es que justo se estrelle el avión en esa isla que había adoptado como su nuevo hogar.

Hay otros elementos por discutir, por supuesto. El cuento que le da título al libro es de por sí una pieza única, me parece, dentro del libro. Y cada cuento, en general, propone distintas temáticas y formas que componen universos narrativos únicos, como decía al inicio. El encontrar estéticas es casi un ejercicio un poco desesperado por la búsqueda de cierta unidad que no tiene por qué existir, finalmente. Y mejor así, pues la complejidad aumenta.

Todos los fuegos el fuego: una búsqueda de estéticas

Casi siempre es muy difícil al enfrentarse a una compilación de cuentos encontrarles una línea común, una reiteración que unifique los relatos bajo alguna premisa. Por supuesto, esto no tiene que ser así. De hecho, muchas veces –acaso las más de ellas– las compilaciones responden a hechos metaliterarios o simples casualidades. Creo que tal es el caso de Todos los fuegos el fuego. Desde mi perspectiva, finalmente, no hay un mismo puerto donde desembarquen todos los cuentos; cada uno tiene un universo particular que debemos desentrañar como lectores.

Sin embargo, creo que algunos cuentos del libro pueden compartir algunos rasgos en común (no de contenido, pero sí de estética). Así, por ejemplo, La autopista del sur, La isla al mediodía, Instrucciones para John Howell me parece que juegan con el absurdo, pero no en el sentido de Beckett o Ionesco en el teatro, sino simplemente en el sentido de ponernos en situaciones absurdas, irracionales, altamente improbables, inverosímiles… pero, dentro de todo, posibles. En otras palabras, se trata de situaciones que, con su absurdo esencial, nos ponen en los límites de la realidad y de lo creíble; conceptos distintos, dicho sea de paso. No son, tampoco, universos neo-fantásticos, como define Jaime de Alazraki algunos cuentos de Cortázar y Borges; nadie vomita conejos, por ejemplo. Son eventos reales, de personas comunes llevados al límite; increíbles pero posibles (casi al final de estas historias podría ponerse la famosa leyenda “aunque usted no lo crea”). Y creo que la virtud de estas historias es cuestionarnos nuestra propia realidad, que casi siempre damos por sentado que está bien centrada en los límites de lo que consideramos “normal”.

En cuentos como La salud de los enfermos, La señorita Cora (mi favorito después de La autopista al sur, confieso) y El otro cielo más bien parece haber una estética del aburrimiento. Los personajes que allí se nos presentan son mujeres y hombres que parecen tener un aburrimiento existencial, una especie de tedio superpuesto en sus vidas. Así, la madre en La salud de los enfermos se resigna a un aburrimiento que, finalmente, es el aburrimiento que le producen las mentiras que de antemano sabe y que, por tanto, inútilmente urdieron sus familiares. La enfermera Cora, por su parte, encuentra en cierto modo un alivio al aburrimiento de su rutina al cuidar a Pablito, pero finalmente regresa ella a su aburrimiento en un acto más de resignación que de convicción. Y, finalmente, el personaje en quien más se aprecia esta estética del aburrimiento es el narrador de El otro cielo, quien parece más bien entristecerse un poco cuando encuentran al asesino que mantenía a todos en acecho y en constante alerta. No es casualidad, quizás, que cuando todo eso se acaba, se termina por someter definitivamente al aburrimiento que su madre y su novia le proponen. Lo genial de estos cuentos es que, finalmente, la estética del aburrimiento nos mantiene alertas como lectores y con ganas de seguir leyendo.

La isla al mediodía, me parece, puede ser un cuento que engrane estas dos estéticas, pues estamos antes un hombre aburrido cuya vida llega a un destino absurdo que finalmente termina con un hecho completamente improbable que es que justo se estrelle el avión en esa isla que había adoptado como su nuevo hogar.

Hay otros elementos por discutir, por supuesto. El cuento que le da título al libro es de por sí una pieza única, me parece, dentro del libro. Y cada cuento, en general, propone distintas temáticas y formas que componen universos narrativos únicos, como decía al inicio. El encontrar estéticas es casi un ejercicio un poco desesperado por la búsqueda de cierta unidad que no tiene por qué existir, finalmente. Y mejor así, pues la complejidad aumenta.