This is ZOOMuch

This is ZOOMuch

Di Mirta Roncagalli,
Studentessa di Dottorato in Studi Ispanici della University of British Columbia

 

Finestra temporanea dalla falsa curva ridente,
libertà (s)confortante che fugge dalla monotonia circostante.

Finestra sul mondo che di realtà (si) perde,
riflesso sbieco di un silenzio cieco che (non) ci tocca.

Finestra perpetua dalla curva cadente,
sipario che scende sull’essere all’apertura e spacca l’animo alla chiusura.

Edward Hopper, “Morning Sun”

Vivir ahora

Vivir ahora
Vivir con todas las letras

Por Xana Menéndez Prendes
Estudiante en el Doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Columbia Británica (University of British Columbia)

La muerte de Pau Donés (Jarabe de palo) de un cáncer no debería ser la manera de comenzar un artículo sobre el covid-19 o la covid-19 (no alcanzo a entender la nueva moda de feminizar al bicho), pero no encuentro otra manera de empezar a escribir. Él llamaba a su bicho particular el cangrejo. Hoy ha muerto un grande de la música y me invade la nostalgia al recordar mi vida, mi libertad, evadirme escuchando las cintas en los cascos, ya obsoletos, donde sonaba “La flaca” una y otra vez. La flaca, tema del verano eterno de los 12 años. Es imposible escucharlo y no transportarse al olor a mar, a terraza y a regaliz rojo. Allí, por el año 1996, empezaba mi adolescencia y el éxito imparable de Jarabe de palo.

Lo bueno de la música, la buena de verdad, es que no sabe de ideologías, sabe de sentimiento y, al fin y al cabo, todos somos humanos y queremos sentir, vivir; vivir con todas las letras. La muerte de Donés ha sido un momento de tristeza colectivo en España, sin rencor y sin odio. Tristemente, no lo ha sido el de las más de veinticinco mil personas que han muerto por el covid-19.

En España nunca creímos en el bicho, no sé si por una falsa superioridad innata, por la lejanía con China o por qué. Ver a Italia cerrando fronteras y decretando el Estado de Alarma no nos impactó lo suficiente como para pensar que algo así pasaría aquí, pero pasó. Y sin que nadie lo previera, solo los exagerados, nos confinaron. Los datos dan miedo y volver la vista atrás, cuando contábamos casi mil muertos por día, encoge un poco el alma, pero ni siquiera eso sirvió en este país para firmar una tregua política y ver que, pese a todo, la humanidad está por encima de ideologías.

Parque del Gas en la zona centro de Gijón. Las dos banderas en la misma planta.

Nunca cerramos las heridas de la Guerra Civil y, probablemente, esa sea nuestra cruz para siempre. Al fin y al cabo, no se rindieron cuentas. En mi ciudad, Gijón, y en otras muchas se puede ver la guerra de las banderas: la republicana y la monárquica en el balcón (no he visto la franquista, pero haberla la hay). ¿Quién iba a pensar que un cacho de tela llamado bandera iba a traer tantos conflictos insalvables y tantos malentendidos?

Lo peor es que algunos no entienden de dónde viene el odio a la bandera y otros lo utilizan como moneda de cambio. El nacionalismo sea bueno, regular o malo termina reduciéndose a la bicolor y las lealtades son a veces demasiado extrañas. Y así, sin preverlo, el covid-19 despertó la guerra ideológica, una que asusta tanto o más que la propia pandemia. Sobre todo, a esos abuelos, viejitos, que debería estar asustados por el virus y que a lo que temen es al odio efervescente que reconocen. Ellos ya lo vivieron.

Mascarillas a la venta en España con la bandera actual y (abajo) con la republicana.

Durante el confinamiento, las redes sociales, en esta nueva virtualidad, se proclamaron así mismas el campo de batalla en la lucha contra el gobierno o a su favor. El lenguaje bélico se convirtió en el mejor medio para enfrentarse al virus, pero también para extrapolarlo a la lucha de partidos. Y este país, que siempre miraba a Portugal con cierta prepotencia, soñaba en silencio por tener unos políticos a la altura de los del país vecino. Hacer campaña política durante la pandemia puede que sea lo más rastrero que se ha hecho nunca. Las fake news se compartían en cuestión de segundos diariamente tratando de desacreditar al contrario una y otra vez. Cero pensamientos y la cultura de llegar el primero con o sin información, pero con un titular “pinchable”; así podemos definir la crisis del Covid en España: noticias falsas, muertos, miedo y odio.

Mientras tanto, los datos, los números, nos hacían cada vez más inmunes al dolor humano. Sumar cifras y canalizarlas en odio a través del WhatsApp. Dicen que las grandes crisis sacan lo mejor y lo peor de uno. He visto lo mejor, pero lo peor me ha parecido tan falto de escrúpulos que me han dado ganas de dejar de creer en la humanidad. Desde aquí, sin miedo ya al bicho, pero con respeto, lo que me aterra es la falta de empatía, la crueldad, la crítica a cuchillo con el único objetivo de quedar por encima, la España dividida, otra vez. Seguramente, veamos antes una Tercera Guerra Mundial que una Guerra Civil, dado que las primeras potencias del mundo siguen enfrascadas en una lucha económica. Nuestro paisito no tendrá economía suficiente para volver a autoaniquilarse, a dios gracias, si se me permite la expresión. Pero la chispa está ya encendida, solo nos queda confiar en que el odio solo sea un acto reflejo al miedo y no un sentimiento anquilosado en el alma que no nos permita ver que todos somos lo mismo: seres humanos, frágiles, que quieren VIVIR.

Gijón, 9 de junio de 2020

Protestas durante una pandemia

Protestas durante una pandemia
Una mueca incómoda

Por Pamela Zamora Quesada
Estudiante de nuevo ingreso al Doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Columbia Británica (University of British Columbia)

Para nadie es una novedad que estamos atrapados en una realidad extraña, impredecible como suelen ser los cambios. Ya sea que el sistema global capitalista  está viendo sus límites o esta es una de sus sintomáticas crisis, sus efectos son palpables. Desde dos frentes, siguiendo la entrada de Samuel Aguayo, la sociedad batalla. El servicio de salud se arriesga  para mantener las camillas con más vivos que muertos y el resto de la humanidad se ve obligada a ceder su libertad. Claro, no todos somos igualmente libres ni durante ni antes de la pandemia. Por ejemplo, la cantidad de estadounidenses negros fallecidos es preocupantemente mayor que la de blancos. El distanciamiento social, la mascarilla, un “wash your hands” como cierre de correo son parte de esta nueva realidad que muta al son del COVID-19.

La pandemia se ha transformado hoy, junio 2020 en los Estados Unidos, en una angustiante mueca que entre sonrisa o miedo incomoda. Ese gesto molesto, que esconde no sé qué, es la respuesta física que reconozco en mí y en mis allegados cuando irremediablemente hablamos sobre la pandemia. Y siempre renace la pregunta cuál es mi/nuestro rol dentro de esta crisis pandémica y las protestas por el asesinato de George Floyd a manos de la policía. En mi contexto, latina, extranjera residente de Minnesota, la respuesta se me hace binaria ¿heroína por quedarme casa? o ¿protestante en aras de cambio social? Reconozco una mueca pues por un lado, es risible pensar que el racismo materializado en la brutalidad policial de Minnesota (y el resto de estados, quizá países) se podrá desarticular desde la comodidad de la casa. Las constantes protestas, más pacíficas que violentas, en Minneapolis están dando resultados, la iniciativa Defund the Police es uno. La idea central de esta iniciativa consiste en destinar fondos del departamento de policía a iniciativas comunitarias relacionadas a educación, salud entre otros. Al respecto he dejado unos artículos al final de esta entrada. Y por otro lado, también asusta pensar en las consecuencias de la aglomeración de personas protestando, estamos en media pandemia en los Estados Unidos. Habrá quien lo considere hasta poco heroico.

Así como las muecas son expresiones momentáneas la indecisión de qué hacer en este contexto debería también ser pasajera. Pienso que una sociedad más igual, en este contexto, está en la protesta con mascarilla, distanciamiento social y sí, riesgo. ¿Qué piensan?

Defund the police, algunas fuentes:

El distanciamiento social en el 2020

El distanciamiento social en el 2020: el enemigo está en casa
Una reflexión después de dos meses en cuarentena

Por Samuel J. Aguayo M.
Estudiante de nuevo ingreso en la Maestría en Estudios Hispánicos en la Universidad de Columbia Británica (University of British Columbia)

La pandemia del coronavirus tomó al mundo por sorpresa. En un parpadeo, nos vimos obligados a abandonar nuestras rutinas y a permanecer en casa el mayor tiempo posible. Durante el distanciamiento, hemos librado la batalla desde dos frentes: por un lado, el personal de salud lucha contra el virus desde las trincheras, y diario se expone ante el avance de la enfermedad; por el otro, el resto de la sociedad se ha enfrentado a sobrellevar inquietudes como el aumento de estrés, la falta de recursos económicos, el desempleo y la violencia intrafamiliar, por mencionar algunas. En el peor de los casos, millones de personas han vivido la terrible experiencia de ver enfermar a sus seres queridos, o incluso fallecer. Es decir, la sociedad que ha permanecido en casa se ha enfrentado a un enemigo que no se puede combatir con cubre bocas ni caretas protectoras.

El adversario ha tomado diferentes formas, como conflictos internos entre las familias hasta la agudización de desórdenes como la ansiedad y los deseos de suicidio. Por ejemplo, China reportó que las solicitudes de divorcio se habían disparado al concluir la cuarentena. Wuhan, la región donde surgió el virus, anunció que las denuncias por violencia intrafamiliar se habían triplicado en febrero de 2020 con respecto al mismo mes del año pasado.

La situación es muy parecida en México. Desde el inicio del distanciamiento se han realizado 26 mil llamadas telefónicas en las que se denunciaban agresiones contra las mujeres. La cifra es la más alta desde que se estableció el conteo en 2016. Además, agrava el terrible problema de la violencia de género en un país donde se cometen ocho feminicidios al día.

Otra faceta del problema se manifiesta en el plano económico. Existe una gran cantidad de trabajadores que no cuentan con fondos de ahorro, o no pueden ejercer sus trabajos desde casa. Esto ha elevado las tasas de desempleo en todo el planeta. Tan solo en América Latina se estimó una pérdida de 11.5 millones de puestos de trabajo en este semestre. Del mismo modo, las autoridades italianas aumentaron la seguridad en ciertas regiones, tanto del sur como del norte de la península, pues temían saqueos y revueltas en contra de las restricciones. Las personas simplemente ya no tenían dinero para comprar comida. La tensión se elevó especialmente durante abril, cuando registraron su máximo de contagios.

Para resolver sus problemas económicos, muchas tiendas y restaurantes se unieron a aplicaciones como Uber Eats, que ofrecen hacer entregas de víveres a domicilio.

Ante estos escenarios, quizá el mayor reto al que nos hemos enfrentado es a mantener la lucidez y lograr fortalecernos mental y financieramente. La incertidumbre del futuro y la perpetua publicación de noticias negativas generan un efecto de miedo y ansiedad en muchas personas. La solución al problema comienza cuando aprendemos a controlar nuestros pensamientos y concentrarlos en diferentes narrativas, no sólo las que refieren al virus.

He advertido que las artes y la industria del entretenimiento doméstico, en general, han jugado un rol trascendente para combatir al enemigo en casa. La inteligencia emocional es, quizá, el músculo que más nos hemos obligado a ejercitar en esta época.

Ante la imposibilidad de salir de casa, el cine, los videojuegos, la música o la literatura, entre otros, han sido consumidos en una gran cantidad. Netflix reportó un aumento global de 16 millones de suscriptores en el primer trimestre del año, su crecimiento más amplio. Por su parte, la venta de libros en línea aumentó 110% en México desde mediados de marzo. Es posible notar, pues, que estamos viviendo un renacido interés por las artes y las humanidades. A fin de cuentas, los libros y las suscripciones a Netflix suelen ser de fácil acceso para distraerse del incesante bombardeo de noticias relacionadas con el Covid-19.

Otra forma en que la sociedad ha buscado mantener su salud física y mental es a través de la meditación o el ejercicio en casa. No es de extrañarse que la ropa y el equipo para entrenar tuvieran tentadores descuentos en el último Hot sale, que fue impulsado por diferentes compañías en Estados Unidos. ¿Cómo sería sobrellevar la cuarentena sin nuestras series, nuestros libros, nuestras películas, nuestros videojuegos o rompecabezas? Incluso, el distanciamiento ha sido aquella musa que sopla al oído de los escritores modernos. No podría sorprendernos que en Amazon aparezcan novelas con títulos del tipo “En cuarentena con un leñador” o “Cincuenta sombras en cuarentena”.

Este tiempo ha exigido volver a valorar nuestra cotidianidad. ¿Quién habría pensado que extrañaría actividades tan rutinarias como ir tomar un café o entrenar en el parque?

Ahora, el mundo contempla cómo las restricciones se levantan poco a poco. Tal es el caso de Alemania, que hace unas semanas reanudó su liga de fútbol profesional, y Nueva Zelanda ya reportó su último caso de coronavirus como neutralizado. Son historias por demás alentadoras.

En los próximos meses o años veremos cambios en todos los sectores de nuestra vida. Quizá éste sea un giro radical que modifique industrias completas. Por ejemplo, puede haber un aumento sin precedentes en la educación a distancia, o diversas empresas podrían ser absorbidas por el gigante Amazon, y el crecimiento del e-commerce se elevaría a un nivel exponencial.

Es difícil hacer un presagio acertado. Sin embargo, es cierto que nuestra lucidez y nuestra sana convivencia han sido puestos a prueba por la pandemia. Esta época puede ser una gran oportunidad para desarrollar el músculo de la inteligencia emocional y aprender a afrontar los retos que ya están a la vuelta de la esquina.

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