Soplar arriba

Soplar arriba, una línea de fuga hacia la tierra: del cuento a la fotografía y luego al cine y viceversa
Notas sobre “Las babas del diablo” (Las armas secretas 1959) de Julio Cortázar y Blow up (1966) de Michelangelo Antonioni

Por Ricardo García
Estudiante en el Doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Columbia Británica (University of British Columbia)

Al cuento “Las babas del diablo” (Las armas secretas 1959) de Julio Cortázar y a la película Blow up (1966) de Michelangelo Antonioni, los une más que una relación intertextual. Es decir, no es sólo que la película de Antonioni esté inspirada en el cuento de Cortázar, sino que ambos textos comparten ciertas interrogantes enrevesadas en ese marco tejido por la modernidad que se extiende hasta nuestros días. Estos textos se preguntan por las posibilidades de un cuento (Cortázar) y una película (Antonioni); por el rol de los productos artísticos en las sociedades capitalistas post segunda guerra mundial; por el rol del escritor, fotógrafo y cineasta; y por el rol de aquellos que participamos de la lectura o del cine. Así, ambos textos son autorreferenciales, juegos de espejos. Con esto, claro está, no es que otras lecturas no sean posibles ni necesarias, sino que la autorreferencialidad de ambos textos y sus implicaciones son las condiciones condicionantes de todas las demás lecturas.

Hay más semejanzas que diferencias entre ambos textos. Desde el inicio de “Las babas del diablo” la preocupación central del narrador (o narradores) está en saber cómo contar o relatar una fotografía: “Nunca se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o inventando continuamente formas que no servirán de nada”. Esto es, si la fotografía, por la potencialidad de sus imágenes, agota al lenguaje —demás está decir que una imagen vale más que mil palabras—, ¿por qué empeñarse en darle una narración a una fotografía? Igualmente, las letras de los créditos que inauguran Blow up ya sugieren una dificultad al contar en imágenes, pues dentro de la plasticidad del lenguaje, una multiplicidad de imágenes se mueve. El cine mina cualquier sistema de escritura y más aún la escritura, en los créditos, se proyecta siempre sobre una suerte de meseta (en el caso de los créditos, un llano verde, quizás el mismo que aparece el final del filme). Si la narración de una foto no puede ser en su totalidad, porque los sistemas lingüísticos no bastan, la narración cinematográfica, por su parte, ya parece exceder el espacio de la fotografía y de la escritura. Si la foto supera a la escritura, el cine supera a la fotografía. No obstante, en el arte no hay superaciones definitivas, sólo repeticiones, semejanzas, saltos, aceleraciones, intensidades y de vez en cuando algunas diferencias. Estas características son, precisamente, las que sobresalen y se tejen entre “Las babas…” y Blow up. Así, entre ambos textos se retrata el complicado lugar que ocupa la ficción escrita y el cine en contextos tan cercanos pero tan separados por una serie de intensidades y coordenadas afectivas.

No hay sino 7 años entre ambos textos. Aún así, ambos parecen estar hablando de contextos históricos muy diferentes. Demás está decir que Cortázar escribe sobre fotografía pocos años después de la muerte de Robert Walser —quizá el escritor paseante (y no flâneur) por antonomasia— que capturaba en su prosa la vida cotidiana; y que Antonioni dirige y piensa el cine en las épocas aceleradas y turbias de los sesenta, cuando cada noche era la posibilidad de aperturas de múltiples líneas de fuga. En este sentido, ambos textos evocan una misma posición en la modernidad pero afectada a diferente intensidad. En Cortázar, la fotografía tiene siempre una segunda oportunidad de volver a ayudar al niño que se encuentra preso de la muerte para devolverlo a “su paraíso precario”. Esta segunda oportunidad debe ser entendida como la posibilidad crítica que tiene el “arte” al escribir sobre fotografía e incluso al tomar fotografías, sea de forma amateur o profesional. El problema es que después de esta posibilidad crítica, o luego de tratar de bombear agua fuera del barco que se hunde, como dijera Benjamin, la fotografía y todos los que se relacionan con ella quedan a la sombra del diablo, de esa figura de boca de “lengua negra”, que después borra todo en un perfecto foco. Luego de este momento traumático, fotografía, cuento, escritor, fotógrafo y espectador/lector tienen derecho a deleitarse en el cielo, en ese paisaje que siempre ha estado entre paréntesis en el cuento, detrás de las fotos y de los textos, pero que al final de la desgracia causada por ese monstruo baboso y diabólico adquiere un mal sabor, una mirada más, otra falsedad más.

Antonioni por otra parte, no sucumbe ante el diablo. Los acelerados minutos de la antepenúltima secuencia de la película —que pueden ser leídos como el enfrentamiento del fotógrafo de Blow up con el diablo, situación que comparte con el fotógrafo de “Las babas…”—, contrastan con la calma, la pausa y el silencio del final del filme. Thomas, ese nefasto fotógrafo, deja de dar órdenes, deja de creer que salvó a alguien al tomar fotografías, y al contrario se deja llevar por el juego sencillo de la pantomima. Thomas acepta el juego de la pantomima porque el cine regresa a la imagen a su estado de transferencia afectiva lúdica —aunque también haya transferencias violentas en esto, claro. Si el cine tiene un origen, éste es análogo al de la pantomima, pues una imagen no tiene palabras, pero sí ruidos, sonidos y afectos. Mientras que Roberto Michel, en “Las babas…”, se convence de la posibilidad de segundos escapes, pero de la condena de todo aquel que garantice la fuga de los “oprimidos”. Thomas, en Blow up, por su parte, no sólo explota el dilema al que se enfrenta Michel y Cortázar, pues no es ya el paisaje el que aparece en la instancia narrativa de forma repentina, sino que es Thomas el que se desvanece en una superficie cinematográfica luego de dar un paso hacia atrás. Si el arte tiene un lugar en la sociedad capitalista, no es sólo el de bombear agua fuera de la nave que se hunde, sino el de dejar de apuntar a las nubes para emprender la línea de fuga ya no hacia el cielo, sino hacia la inmensidad de la tierra, pues el artista, después de todo es una columna que hiere el cielo con su frente pero con sus manos, pies y pecho, tangencialmente y en movimientos hacia atrás, transforma silenciosamente el mundo.

Foolish Addendum

Foolish Addendum in Response to Sztulwark
(With many thanks to Ana for organizing the series)

By George Allen, PhD student at the University of California, Irvine

The radical restructuring of the economy towards neoliberalization in the past 40+ years altered the governance of relationships, conduct, self-awareness, values, and feelings. Neoliberal rationality attempts to create a normative subjectivity that is individually responsible for material subsistence by equating the value of individuals and institutions with market rationality, “Because neoliberalism casts rational action as a norm rather than an ontology, social policy is the means by which the state produces subjects whose compass is set entirely by their rational assessment of the costs and benefits of certain acts” (Wendy Brown). Precarity is rationalized and normalized by the dissemination of market logics into every sphere of life, often under the aegis of ‘personal responsibility’.

One of the features of neoliberalism is the way that vocabularies have been co-opted, or as Alessandro Fornazzari writes, “one of the characteristics of post-dictatorship Chile is that the boom in memory becomes undistinguishable from the boom in forgetting”.

With this in mind, in his article “¿Dónde están los amigos y las amigas?” Diego Sztulwark writes emphatically,“¡Manipular los enunciados teóricos para hacerlos funcionar de modo tal que sea la propia vida la que reciba orientación! El amateur apasionado es la versión bricoleury activista del sujeto del poema. Es el militante buscando los medios de darse nuevas posibilidades de vida.” Sztulwark finds “nuevas posibilidades de vida” of subjects becoming non-subjects or non-subjects qua becoming, qua friendship, qua militant readers and amateur bricoleurs.

Sztulwark summarizes these theorizations under the banners of a ‘transfiguración perservante’, ’ejercicios espirituales,’—or, put in the language of Colectivo Situaciones, “describir mutaciones subjetivas, y participar de una imaginación política capaz de proyectar formas diferentes del hacer-pensar colectivo” (similarly, Veronica Gago uses the term ‘pragmática vitalista). This line of thinking apropos Fornazarri’s point asks us to think beyond “what is lost?” towards “what is emerging?”. One answer to the latter can be found in the Argentine film Mundo Grúa which tells the story of Rulo, a rotund underemployed handyman–in and around 2000–training to work as a crane operator on a Buenos Aires high-rise. The film questions the language of melancholia—in the neoliberal context—as exclusively contestatory, in favor of documenting a differentiated field of emergent and materializing exhaustion. It utilizes a number of neorealist techniques such as onsite shooting, long takes, deep focus shots, and a cast of non-professional actors—techniques often associated with a representational fidelity to marginalized subjects, repressed histories, and alternative production models that reflect a commitment to social justice. However, the film undermines ‘realist’ aesthetic tendencies with irrational cuts that make characters distant and complicate spatial transparency while at the same time using an observational style not unlike documentary. Film scholar Joanna Page reads this blurring of aesthetic styles as a “provisional form of (auto)ethnography” that seeks to deconstruct the relationship between visibility and knowledge. Writing on the absence of character POV shots in the film, Page argues “As spectators we are denied knowledge of what Rulo is able to see; this technique works to undermine conventional processes of identification” (51).

The appropriation or the faithful mis-reading of texts ala Sztulwark implies a nomadic, fugitive, de-colonial, and anti-institutional movement. However, there is something unsettlingly comfortable about this vision of bricolage, dis-identification, and discontinuity. What kind of consequential choices are left (and what choices does this approach leave us with) to make in a society where commodification, consumer consumption, and capitalistic disjunctive and unequal expansion is the norm? Do the micropolitics of becoming no-neoliberal steer us away from thinking the (re)structure of society? Put differently, what is the congruence of Sztulwark’s redemptive figure of the bricoleur, the friend a venir, the nomad—assemblers for the purposes of disjunction and in the process of dis-identification—with the unequal and discontinuous expansion of capital? Ricardo provides some eloquent thoughts on this.

These structures of relations seek to avoid the fundamental mistake of the Lacanian ‘fool’ who believes in his immediate identity—unlike Zuangh Zi who wonders if he is Zuangh Zi dreaming of being the butterfly or the butterfly dreaming he is Zuangh Zi, the fool believes his identity is his property, not defined by the material and symbolic relations that subtend it. In other words, the ‘fool’ is not far from the psychotic and the narcissist who deny and disavow any mediation of identity. However, even as non-fools, we are the consciousness of the dream–the Lacanian gaze is that which colors Zhuang Zi’s dream. To what degree is Sztulwark’s redemptive reader-bricoleur, friend a venir (etc.) colored by the fantasy of disjunction and the reaction against neoliberal injunctions?

To return briefly to film: Furthering Page’s argument in the vocabulary of Sztulwark, we might say that Mundo Grúa performs an aesthetic coaching, but does not confirm Diego’s ‘ontological optimism.’ Rulo, Mundo Grúa‘s protagonist, is the bricoleur par excellence, but his efforts to assemble and re-arrange the detritus of his lifeworld are constantly thwarted. In one scene, Rulo stops and expresses his admiration for a large film projector. The implications are clearer than they may first appear. Rulo the repairer is fascinated by the smooth-functioning projector just as he views the crane as a space of free-movement. However, Mundo Grúa shows both to be idealistic fantasy spaces, unattainable for and unrelated to Rulo and his lifeworld. On the one hand then, we should reiterate Page’s argument to read the film as anti-representational in the sense that film can not provide direct depictions of life, capital, space, etc. But, it is important to emphasize the way Mundo Grúa, at the aesthetic level, interrupts rather than smoothes and synthesizes depictions through neat cross-cuts. The gambit of Mundo Grúa is one of filmic dysfunction and repair in opposition to the smooth-functioning spaces of commercial cinema.

July 8

We now move on to a new cycle of sessions, which will culminate in a visit from Argentine political theorist Diego Sztulwark on July 29. This series is organized by Ana Vivaldi, who has invited Sztulwark and suggested the preparatory readings.

We begin with fiction and film.

Ana’s comments about the text and the film (and their relationship) are very helpful:

Algo que me resultó increíblemente poderoso de este libro es que describe la transición entre un peronismo revolucionario al momento post dictatoria que ya casi es neo liberal. Es la historia de vida ficcional (y un poco biográfica) de un hombre desde que esta involucrado en la guerrilla y el peronismo, y que luego asciende de ser obrero a intelectual planeando un “cambio cultural” social (dirigido por masones y el opus dei y que parece el Macrismo). Va del Peronismo, la dictadura y luego los 80s.

En la  historia se despliegan y rastrean las variaciones afectivas (eso diría yo) que movilizan las transiciones de uno a otro ciclo. Hay algo muy detallado de las relaciones con los objetos cotidianos, que desembocan en el consumo de los 1980s : radios, y secadores de pelos peronistas, texturas de alfombras y autos, ropa y perfumes, sensorial. (La escena inicial quizás valga la pena, un mujer buscando pilas en un cajón y una discusión sobre una frase de Perón). Por estos dos aspectos lo vinculo al trabajo de Diego, como ilustración de los afectos como campo de batalla, en una clase trabajadora/media.

Siete cajas es el complemento subalterno / plebeyo. Transcurre en un mercado de la economía informal: aparece entonces la participación en el consumo, lo central de la informalidad y la multiplicidad. Se muestra diálogos en guaraní sin hacer una revindicación étnica, que coexisten con los comerciantes Coreanos. Lo mueve la necesidad / deseo de hacerse el dia, de ser buen amigo, de consumir, acercarse a una chica, y aparecer en la TV.

La forma en que aparecen lo femenino en el texto (no en esta parte) personalmente me dio nauseas (te hace participar de las fantasía de femicidio del protagonista a su primer pareja), pero quizás sea justamente una forma de pensarlo. Seleccione una parte del medio donde hay algunas de las transiciones.

We will meet on Wednesday, July 8, from 4pm Pacific.

All this will take place on Zoom, of course. Because it’s 2020.

As always, from around 5:30pm onwards, we will continue chatting in a more social vein. You are welcome to have a beer or other beverage to hand.

Also as always, please do feel free to invite others (whether they are in Vancouver or not) to join us. Virtual Koerner’s is fully in Phase Three of lockdown, and we are delighted to see our “bubble” continuing to expand. If anyone wants to be added to the list, they can be in touch with me.

And again, we very much welcome and invite suggestions of texts, speakers, discussion topics, and so on. We especially welcome a) texts written by VK participants (short texts can be posted to our blog), and b) suggestions for linked “cycles” of sessions that might, like Ana’s current cycle, include different kinds of texts on a common theme.

We look forward to seeing you on Wednesday

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