En Altazor hay un espíritu lúdico. Huidobro se recrea con las posibilidades y los vericuetos de la lengua. Leer este poema es una experiencia recreativa, un divertimento. Hay juego: “Aquí yace Rosario río de rosas hasta el infinito / Aquí yace Raimundo raíces del mundo son sus venas / Aquí yace Clarisa clara risa enclaustrada en la luz/ Aquí yace Alejandro antro alejado ala adentro”. Hay risa, también: “Los planetas maduran en el planetal”. Mucho antes de que la corrección política y de género exigiera el uso de las formas dobles, Huidobro ya experimentaba con el género de las palabras: “La montaña y el montaño / Con su luno y con su luna / La flor florecida y el flor floreciendo / Una flor que llaman girasol / Y un sol que se llama giraflor”. Desde la seriedad de Nicolás Maduro en su discurso, refiriéndose a los “millones y millonas” de Bolívar; o desde los textos plagados de “estimados y estimadas”, “queridos y queridas”, “colombianos y colombianas”, Huidobro se regodea con todas las “incorrecciones” de la lengua y su intención de “corrección” incluyente.
Texto re-creativo, además, porque exige en el lector la invención melódica de palabras y frases en aparente sinsentido, especialmente en los últimos dos cantos. El lector debe re-crear sonidos, no a partir de la interpretación ortodoxa del poema, sino absorbiendo una melodía milenaria en el fondo de su esencia: “Ai aia aia / ia ia ia aia ui / Tralalí / Lali lalá”. Altazor vuela y cae majestuosamente en múltiples posibilidades expresivas.
Este viaje en paracaídas resuena además en los textos de otros escritores vanguardistas, posteriores a Huidobro. Inevitable no pensar en Neruda, por un lado, que en 1934, 3 años después de la aparición de Altazor, publica su Residencia en la Tierra, en donde los temas de la muerte, del mar, de naufragios y la vuelta a un tiempo primigenio, ancestral, se corresponden tan nítidamente con varios pasajes del largo poema de Huidobro. Inevitable no pensar también en Cortázar, varias décadas después, quien no perteneció a las vanguardias históricas pero que claramente recibió el influjo de ellas. El capítulo 68 de Rayuela, por ejemplo, en donde el escritor argentino experimenta a partir de invenciones lingüísticas que recrean una escena de amor: “Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes”, encuentra un correlato anterior en el quinto canto de Altazor, y una necesidad nueva de enunciación, apelando por ejemplo al imaginario discurso del mar: “Y hablo como mar y digo / De la firmeza hasta el horicielo / Soy todo montalas en la azulaya / Bailo en las volaguas con espurinas / Una corriela tras de la otra / Ondola en olañas mi rugazuelo”.
En Altazor se respira un ambiente de renovación, de re-creación de la lengua española. Aquí hay un nuevo credo. Con la muerte de Cristo nace Altazor; nacen las palabras, las antipalabras.