Tertulia en el café Automático
Colombia está ausente del libro “Latin American Vanguards. The Art of Contentious Encounters”. Su autora, Vicky Unruh, se refiere a una gran diversidad de textos literarios latinoamericanos, que van desde Chile hasta Guatemala, pero a ninguno colombiano. La mención que hace, en la introducción de su estudio, justifica, según ella, la exclusión: “Critics have hesitated to characterize either the Colombian journal Los Nuevos (1925) or the group of poets that published it as vanguardists, but León de Greiff (through linguistic and musical experiments) and Luis Vidales wrote vanguardist poetry”.
Colombia, entonces, es un lugar desconocido para muchos críticos literarios de las vanguardias; mi intención es esclarecer ese lugar, con sus miserias y peculiaridades, a través de un eje de lectura. Dice Unruh que, “until recently research on Latin America´s avant-gardes had often focused more on authors and works than on vanguardism as an activity”. Este es un riesgo inminente, especialmente para el caso colombiano, en donde aparte de de Greiff y Vidales solo encontramos unos pocos nombres adicionales: Luis Tejada en los años 20; Gonzalo Arango en los años 50… Nombres y productos individuales que no señalan un movimiento integrado.
Entonces, ¿qué camino tomar? Unruh misma lo sugiere: “Mexico´s estridentistas gradually took over the Europa café in México City. This establishment… was the site of polemics, recitations, and the concoction of group endeavors… In a similar spirit, during the mid-1920s members of Buenos Aires´s Florida group produced the Revista Oral… Staged at the Royal Keller Café, each of the review´s sixteen “issues”… included readings or recitations of poetry, polemics, and literary satires, or even public trials…”. En el caso bogotano, los Nuevos se encontraban en el café Windsor; décadas después se reunirían en el café Automático. Ese es el campo de intersección; el eje de lectura desde el cual abordar la pregunta sobre cómo se construyó (si es que en efecto fue así), el escenario vanguardista en Colombia.
¿Por qué el café? Este nos da una medida, en primer lugar, del vanguardismo colombiano “as a form of activity rather than an assemblage of canonical authors or works”. Entender la vanguardia desde el café es una manera de mirar los encuentros y desencuentros, las lecturas y debates, las fricciones y amistades que forjaron esos años de bohemia. Fue en el café que estos individuos se pusieron en cuestión: fundando una revista, escribiendo una columna de opinión, un poema, una crónica. Centro de operaciones, el café fue una plataforma privada que puso a estos escritores en contacto con el mundo: “various kinds of involvement or immersion, including confrontational engagement by artistic works or events with readers or spectators; critical or intellectual engagement through their work by artists with their immediate surroundings”.
También, el café encierra uno de los asuntos centrales del devenir vanguardista en América, y es el contacto (que implica cercanía y distancia a la vez) con Europa. “Latin American vanguardism, notwithstanding the interaction with European currents, unfolded within its own cultural contexts and that the life experience with which it openly engaged was often peculiarly its own”. La experiencia transatlántica, recordemos, fue clave para escritores como Oliverio Girondo, quien encontró en los cafés porteños una suerte de “redescubrimiento” de las tertulias con sabor malevo. A su vez, es en las noches de tertulia bogotana que León de Greiff experimenta con la musicalidad y el lenguaje, encontrando en el voseo de los paisas una forma original de enunciación. El café no es un espacio extranjero, ignoto, para los escritores vanguardistas; tampoco es un lugar trasplantado idéntico al de sus orígenes europeos; la experiencia de varios siglos de sociabilidades (en chicherías prehispánicas y coloniales), por ejemplo, deja una impronta indeleble sobre los espacios de sociabilidad bogotanos de los años 20. El café Windsor, el Automático, son una muestra palpable de ese encuentro histórico entre dos realidades, desde las cuales emerge un nuevo arte de avanzada.
El palimpsesto vanguardista encuentra en el café, así, una forma de expresión latinoamericana. En este espacio conviven caricaturistas, músicos, poetas, periodistas, cronistas, en búsqueda de novedad. Espacios propicios para el debate literario: lugares de lecturas compartidas y posturas en disputa. La revista Los Nuevos recoge esa multiplicidad de voces. Excluirla, entonces, como hace Unruh, por no ser lo “suficientemente vanguardista”, supone desconocer las especificidades mismas del contexto literario en Colombia, en donde cohabitan ciertas continuidades y rupturas con el pasado, en un mismo escenario.
La ciudad y los cafés ejemplifican ese campo de batalla, esos “contentious encounters” en palabras de Unruh. Vidales, luego de la publicación de Suenan Timbres, por ejemplo, salía a la calle armado de un bastón a defenderse de los golpes e improperios que los transeúntes le proferían, como destructor de “todo elemento de nobleza” en la poesía colombiana. De la misma manera, en la revista o en otros textos, esas nociones de “avanzada” podían recibir críticas o matices de otros autores, menos “comprometidos”. Mora leía y criticaba los poemas de Vidales, y viceversa. Un escenario fluctuante, en suma, que se va cercando de acuerdo con las especificidades mismas del contexto colombiano de los años 20.