Gilberto Mendonça Teles y Klaus Müller-Bergh, en su libro Vanguardia Latinoamericana. Historia, Crítica y Documentos, se refieren a la Rosa de los Vientos como emblema que sugiere el proceso que siguieron las vanguardias literarias en esta parte del mundo. “Aplicado a la realidad continental de las literaturas americanas”, dicen los autores, “el concepto de puntos cardinales puede ser considerado… en tres niveles de interpretación: a) El de la relación con las vanguardias europeas, “norte” virtual y emisor de las ideas iniciales… b) El de la situación geográfica de América Latina, con el “norte” en México, el “sur” en Chile y Argentina… c) El de la transformación y expansión de los movimientos vanguardistas en cada país… cada capital o cada centro irradiador del espíritu nuevo fue un “norte” ideal”. Esta búsqueda de nortes, de guías; este anhelo de ubicación de la literatura latinoamericana de vanguardia encierra una inquietud que fue fundamental para los escritores de estas tierras: ¿qué lugar ocupa Latinoamérica en el mundo? Así, la gran mayoría de los textos que hemos referenciado hasta ahora se preocupaban por el sustrato regional o nacional del proceso vanguardista. El canibalismo, el negrismo, etc., son algunas de las respuestas a esta pregunta neurálgica.
Mendonça Teles y Müller-Bergh, en su texto, echan mano de la imagen que lleva por título “La escuela del sur” (1935), del pintor uruguayo Joaquín Torres García, para justificar esta suerte de dislocación simbólica del mapa suramericano:
Se trata, según menciona el pintor, de poner “el mapa al revés y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posición, y no como quiere el resto del mundo. La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala insistentemente el Sur, nuestro norte”. Esta voltereta, en mi opinión, y las justificaciones que encierra, devela algunos de los problemas o contradicciones por las que transitaron los vanguardistas de entonces en su intención de trastocar el mundo. Una paradoja, según veremos, en este intento de definirse y de situarse, de localizarse.
Por un lado, poner al sur en lugar del norte puede asemejarse a una simple sustitución. Antes Europa era el norte; ahora nosotros lo somos, parece decirnos la imagen: nos adherimos al movimiento y luego lo “superamos”, con la creación, dicen Mendonça Teles y Müller-Bergh, de “movimientos autóctonos, de cuño nacionalista, con el aprovechamiento de técnicas europeas en la expresión de los temas nacionales y regionales…”.
Por eso, esa rectificación geográfica, que sugiere una rectificación nacionalista y cultural, encierra en el hecho americano de “ir a la vanguardia”, de superar al otro (bien sea a los antiguos modernistas o a los vanguardistas europeos), la expresión y el reconocimiento de ser primeros, de encabezar. Así, en mi opinión, se perpetúa la noción de centros y periferias artísticas y literarias. El hecho de “saber dónde estamos”, que menciona Torres García, esconde un cierto ranking, un podio de cuño nacionalista que sugiere la aparición de mejores y, por tanto, también de peores: “Y aquí estamos, eje de todos los tornadizos vientos de estas regiones que trastornan las mentes y los cuerpos, en esta singular margen del gran Río: una casi península, como si quisiera adelantarse en el continente para marchar a la vanguardia. Nuestra posición geográfica, pues, nos marca un destino”.
Ir a la vanguardia, entonces, bajo esta explicación, implica la identificación de los rezagados, por un lado (la puerta de atrás de América Latina: ¿Colombia, Venezuela, Bolivia…?), y de los adelantados, por otro. Unos están arriba y otros, necesariamente, abajo; unos van primero y otros van obligatoriamente detrás. Es la necesidad neocolonialista, en suma, de la dependencia hacia una luz, un norte, que ilumine el camino de estas tierras. Algo parecido a aquello que pretendía Unasur hace algunos años: la unificación latinoamericana con el socialismo del siglo XXI como norte emancipador. Una búsqueda de direccionalidad iluminada; la necesidad de escindir los mapas con el fin de ubicar faros que permitan la introspección artística (o política).