26. Espacios ambiguos en El Señor Presidente. 1946

Sello de 1917 en donde aparece retratado “El Señor Presidente”: Manuel Estrada Cabrera

En la novela “El señor presidente”, de Miguel Ángel Asturias, palpita la Ciudad de Guatemala. La ciudad se siente, capítulo a capítulo, línea por línea, como un escenario nefasto en donde se recrea el envilecimiento y la degradación de los personajes que caen en desgracia frente al jefe de estado. Así Miguel Cara de Ángel, que discurre por la ciudad a su antojo, siendo en principio el favorito del señor presidente, y visita fondas, tabernas, prostíbulos, casas, basureros, incluso la residencia del jefe de estado, para luego caer en desgracia frente a este último y morir en la degradación máxima en una cárcel aberrante. O también el general Canales, cuya casa es asaltada y cuya hija, Camila, camina por las calles de la ciudad y golpea en las puertas de las casas de sus tíos pidiendo un asilo que no llega, pues sus familiares temen deshonrar con este acto al señor presidente. Ella esperaba encontrar en las casas, de puertas para adentro, tranquilidad, seguridad y ocultamiento, pero la novela enseña que el ojo del señor presidente no se detuvo ante esta barrera (llamémosla vida privada), y su censura no distinguió ningún tipo de espacio. Con una red de informantes a su servicio, una policía secreta atenta a cualquier movimiento y un tejemaneje maquiavélico de amigos y enemigos, los ciudadanos de la ciudad de Guatemala debían cuidarse de cualquier compañía indebida (estar en el lugar equivocado), de cualquier palabra de más, incluso de una mirada incorrecta, pues un simple gesto podía significar la caída en desgracia que desembocaba en la prostitución, el despido del trabajo, el fusilamiento, la cárcel, la muerte.

Es, de esta manera, en la novela, que los espacios privados y los espacios públicos no se diferencian claramente entre sí. La taberna, por ejemplo, es un mirador hacia la calle, que sirve para que los esbirros del señor presidente vigilen lo que ocurre en las avenidas o en las puertas de las casas. La cantina o fonda, también, es el centro de operaciones en donde se ejecutan los planes auspiciados por el señor presidente, en donde circula la publicidad política del jefe de estado, o en donde se censuran las tretas o confidencias de los opositores que allí mismo se reúnen. No es casualidad, así, que estos espacios híbridos se conviertan en un eje narrativo de la novela. Fue en una fonda, el Tus Tep, que Cara de Ángel planeó el rapto de Camila; allí mismo estuvo Camila agonizante, luego de que sus tíos no la aceptaran en sus casas. Fue en otra cantina, El Despertar del León, que Lucio Vásquez comenta el plan de asalto a la casa del general, lo cual desemboca en muerte y destrucción para él y para la familia de su confidente: Genaro Rodas.

Los hechos acaecidos en fondas, cantinas o cafés, en suma, disparan en la novela la trama argumentativa, pues revelan en su naturaleza ambigua, pública y privada a la vez, la metáfora más acertada de una urbe en donde nada escapa a los ojos y oídos del primer mandatario. Todos los personajes se encuentran al acecho: observan lo que ocurre y a su vez son observados por otros. En palabras de Camila, que se refiere a las calles de la Ciudad de Guatemala, pero cuyo pensamiento puede extrapolarse a todos los espacios urbanos, se trata de “un mundo de inestabilidades, peligroso, aventurado, falso como los espejos, lavadero público de suciedades de vecindario”.

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