30. La fusión de la poética y de la política de la única vanguardia en Colombia. 1999

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Dos poetas comunistas de América: Nicolás Guillén y Luis Vidales

Los Nuevos impactaron el campo literario en Colombia: Luis Vidales, León de Greiff y Luis Tejada escribieron textos que rompieron con los moldes clásicos impuestos por Los Centenaristas y los de La Gruta Simbólica; textos que escandalizaron a una ciudad con rezagos coloniales. Este ámbito literario, sin embargo, no fue el único punto de choque con el pasado. En “Los Nuevos como vanguardia: lenguaje generacional, historia e imaginario”, Marie Estripeaut Borjac analiza la relación visceral entre literatura y política, en el caso de esta agrupación vanguardista. En efecto: varios de estos “nuevos” evolucionaron de la literatura hacia el compromiso político, como fue el caso de Luis Vidales y su relación con el partido comunista a partir de 1930; otros fueron exclusivamente hombres políticos, como Alberto Lleras Camargo y Jorge Eliécer Gaitán; mientras que algunos combinaron estas dos actividades regularmente, como Luis Tejada, quien apelaba a su lirismo para elogiar a Lenin, el padre fundador, y a los proletarios y desprestigiados. Una característica que los vincula, al decir de la autora, “con las vanguardias latinoamericanas y europeas, que tienen entre sus señas de identidad el compromiso político”. “La fusión de la poética y de la política”, de acuerdo con Henri Meschonnic, “ha constituido la vanguardia”.

La novedad, de esta manera, no era exclusivamente literaria. Se trataba de la búsqueda de una renovación total; de un hastío, en últimas, con la sociedad paquidérmica y anacrónica de las primeras décadas del siglo XX, ejemplificada en los gobiernos de la llamada “Hegemonía Conservadora”. La autora, así, analiza varios poemas de Vidales y de de Greiff en clave política, destacando la relación entre la estética vanguardista que promueve una crítica visceral a esa sociedad aislada que mira el pasado. Se “enmarca el combate político de Los Nuevos”, según la autora, “en el seno del movimiento más general del imaginario de la renovación”. Veamos, a continuación, algunas de las características de este vínculo.

Todo empezó con la separación de Panamá en 1903. Para Los Nuevos, quienes nacieron mayoritariamente en esta coyuntura, el país que sigue a esta amputación es un espacio encerrado, cercado, estático en donde la historia no avanza. La literatura, en este orden de ideas, es circular, y en congruencia con este acontecimiento político, “los modelos y referencias se sitúan en un “más allá” europeo”, inaccesible para un país cercenado. Hablando de las “veladas atroces” de La Gruta Simbólica, por ejemplo, de los concursos de sonetos y de chispazos humorísticos en el cambio de siglo, Alberto Lleras menciona que “nuestros poetas anteriores no habían visto nada distinto del público por la simple razón de que pertenecían también al público”.

Esos poetas anteriores, ahora bien, eran mayoritariamente bogotanos o de la Sabana de Bogotá. Así, Los Nuevos, muchos de ellos recién llegados de provincia, intentaban alzarse frente a esa “cultura señorial” que se mantenía aislada del resto del país. Con este fin, hacían referencia en sus poemas a un espacio carcelario que intentaban trascender a partir del llamado a la renovación, a la revolución. “La “inversión” afectiva, imaginaria y política de Los Nuevos se efectúa en el presente, el futuro, la Modernidad, lo que conlleva un fenómeno de sobrevaloración de las nociones de “progreso”, “técnica”, “ciencia”, “desarrollo”, “futuro”, “cambio”, “novedad””.

Una Edad Nueva, entonces, está por llegar. La ideología de Los Nuevos exige la desaparición de una civilización anterior y la instauración de un nuevo orden político y social. La primera guerra mundial, la revolución rusa, sugieren vientos de cambio. Luis Tejada, por ejemplo, elogia a la bala y al revólver que se dirigen contra los opresores burgueses. Un instante que se hace realidad en 1930, con la victoria del candidato liberal Enrique Olaya Herrera, pero que se acentúa mucho más con la llamada “Revolución en Marcha” del presidente López Pumarejo (1934-1938). Nueva era, comienzo absoluto, re-nacimiento, nuevos hombres, se materializa así esa transformación trascendental, ese cambio anhelado desde hace varios años.

Por último, está la figura de Jorge Eliécer Gaitán. Nunca incursionó en la literatura, pero enarboló desde la política varias de las consignas del grupo en donde antiguamente militó. Así, sus antiguos contertulios le asignaron un papel redentor y mesiánico, como antaño Luis Tejada se lo había dado a Lenin. Su asesinato, el 9 de abril de 1948, y los gobiernos conservadores y la dictadura militar que sucedieron a su muerte, son quizás el final de ese periplo de renovación que se había iniciado con el despertar de las conciencias tras la pérdida de Panamá.

En el caso de Los Nuevos, entonces, las incursiones literarias no se pueden desligar del escenario político nacional, pues éste último arroja luces que permiten entender mejor la composición ideológica de la única vanguardia colombiana. Como menciona Luis Vidales, “esta labor nuestra de contribución a la formación del país y su incorporación al mundo moderno, nos da carácter de generación integral, la última que conoce la historia cultural nuestra”.

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