La revolución roja en la portada del libro
Resulta imposible desconocer, en estos textos que escribo, el contexto socio-político que enmarca el proceso vanguardista. La primera guerra mundial (1914-1918) y la revolución soviética de 1917 son acontecimientos que están en el núcleo mismo de las vanguardias; la celebración de un espíritu subversivo dictado por la experimentación y la apertura de mentes, el deseo de erradicar un viejo orden e instalar uno nuevo, fundacional, son ejes que conectan definitivamente la estética de la vanguardia con el contexto bélico.
El texto de Manuel Maples Arce: “Urbe. Super poema bolchevique en 5 cantos”, ejemplifica esta relación. Así el título mismo del texto y su canto a “la nueva ciudad”. Se trata de absorber los nuevos vientos trasatlánticos: “los pulmones de Rusia soplan hacia nosotros el viento de la revolución social”; también de verbalizar esa intención guerrerista y de confrontación: “Escoltas de tranvías que recorren las calles subversistas. Los escaparates asaltan las aceras, y el sol, saquea las avenidas”. Maples Arce se apropia del discurso bolchevique, con términos como burguesía, pueblo, proletariado, obreros, masas, sindicatos, huelgas, etc. Un texto, en suma, que se inspira en la ideología soviética con el fin de despertar la conciencia del lector y promover un viraje político: “Los huelguistas se arrojan pedradas y denuestos, y la vida, es una tumultuosa conversión hacia la izquierda”.
Y nuevamente: no se trata solo de imitar. Maples Arce observa lo que ocurre afuera, pero ese es solo uno de los motivos que lo inspiran. La revolución y la guerra no eran temas ajenos para un mexicano de los años veinte. En 1910, es decir, varios años antes de las confrontaciones europeas, había comenzado eso que la historia ha llamado como “Revolución mexicana”. La sublevación, el levantamiento en armas de campesinos y otros “subalternos”, la movilización de masas de individuos en busca de un ideal, no eran temas desconocidos para Maples Arce. Por eso, a la par de Rusia, en el poema se hace un llamado también a los héroes locales, como el general Álvaro Obregón, bajo cuya presidencia se llevaron a cabo grandes reformas educativas y agrarias. Dice Maples Arce: “La muchedumbre sonora hoy rebasa las plazas comunales y los hurras triunfales del obregonísmo reverberan al sol de las fachadas”.
No en vano, entonces, este poema bolchevique lo dedica el autor a los obreros mexicanos. Hay una conciencia nacional inserta en un contexto trasnacional. Es en esa tensión que las vanguardias americanas, en este caso el estridentismo, deben ubicarse. Inspirándose en lo que sucede allende sus fronteras, pero intentando asentarse sobre lo que les es propio. Una ambigüedad magnífica, si se tiene en cuenta el anhelo de creación que desde allí emerge: la búsqueda de una voz que se sacude de viejos trajes, pero que intenta tomar forma no necesariamente con nuevos trajes prestados. Esa búsqueda arroja a la literatura latinoamericana a la necesidad de pensarse, no como una extensión de otras literaturas, sino simplemente como otra literatura. Una intención que recreará Alejo Carpentier en el prólogo de su novela “El reino de este mundo”, y la enunciación de ese ismo americano: realismo mágico.