A mi lo que me cae más interesante y lo que me molesta más sobre “Me llamo Rigoberta Menchú” es lo mismo – el papel de E. Burgos en interpretar y especialmente CONSTRUIR la historia. Aunque ella nos dice que no ha cambiado nunca (menos algunos correcciones sobre la concordancia), a mí no estoy tan cierto de esto.
¿Y porque?
Bueno, porque hay ciertas frases de la introducción que los ponen obvio que Burgos no tenga una mirada bastante neutral, como (por ejemplo) un antropólogo o un periodista debe tener.
Yo creo que en ciertos momentos ella toca la línea con orientalismo, con ver a Rigoberta muy como “la otra”, así que ella está preocupada con lo “exótico” y resulta que ella lo enfatiza mucho. Frases como “En su cultura todo es previamente ordenado”, el descripción de la sonrisa de Rigoberta como “casi infantil” (junto con “su mirada franca era la de un niño”) me pone a cuestionar las habilidades del autor para contar esta historia sin recursos a romantizarlo o emplear de una manera el estereotipo de “buen salvaje”. Ella admite también que no había estudiado los Quiché antes de este projecto, y aunque eso no es una problema en si mismo, de nuevo pensaba cuando lo leí que posiblemente Burgos fue enamorado por lo exótico y lo picaresco de la historia, que no sirve bien para un redactor.
Por eso, siento incomodo, o por lo menos quedo algunas preocupaciones, sobre el redacción de las largas entrevistas al texto final. Me interesa en cuales elementos fueron dejado o recortado del texto final. Me interesa también la polémica sobre la veracidad de la historia, y con estos preocupaciones siento mientras leo el texto un nivel de duda que no he encontrado leyendo los otros textos del curso.
No sé si estoy demasiado sospechoso a este texto o insuficientemente sospechoso con los demás.