Satanás (2002). Mario Mendoza

Novela ganadora del Premio Biblioteca Breve 2002 (Seix Barral), Satanás hace pensar en cuán exitosa ha sido la industria editorial en la destrucción de la literatura.

Satanás tiene como punto de llegada (y de partida, desde el punto de vista de la creación literaria) una masacre que conmovió a Colombia en 1986, porque no había cómo relacionarla con el conflicto armado. Campo Elías Delgado, un estudiante universitario, que había servido al ejército norteamericano en Vietnam, en un episodio psicótico abrió fuego contra los comensales de un restaurante del norte de Bogotá.

La jornada de asesinatos cometidos por Campo Elías, que concluye con la masacre de Pozzetto, se narra en el décimo y último capítulo de la novela, sin duda el primero en escribirse. Las vidas de tres de las víctimas constituyen 8 capítulos, relatados por una voz narrativa omnisciente, que desborda ingenuidad, parcialidad y superficialidad. El capítulo restante comprende un diario de Campo Elías, que es la introducción al protagonista. Los otros personajes importantes de la historia son Andrés, un retratista que puede imaginarse el rostro de la muerte de los demás; María, una huérfana que se une a un grupo de apartamenteros; y Ernesto, un sacerdote asustado de la maldad que cunde en el país, que decide retirarse del sacerdocio para casarse con su joven amante. Sobra decir que el fin de todos ellos es bastante predecible y que lo único novelesco es la manera como se relacionan estos personajes. El cura es el tío de Andrés y una suerte de padre putativo de María. El artista y su tío alguna vez cruzaron unas palabras con Campo Elías antes de la masacre.

¿Ofrece la novela algún tipo de justificación para la violencia protagonizada por Campo Elías? Son cuatro y no se articulan muy bien en el relato. Dos surgen del diario, solemnemente titulado “Diario de un futuro asesino”: primero, Campo Elías, siendo un ex combatiente de Vietnam estaba habituado a torturar y asesinar gente; segundo, tenía dificultades para relacionarse con las mujeres. De lo que puede resultar que la novela conecta su impotencia sexual con la violencia. Pero a estas dos hipótesis se suman la obsesión literaria de Campo Elías con El extraño caso del Doctor Jekill y Mister Hyde, de Stevenson, es decir el tema del doble[1], y la que parece la más sugerente de las causas: en noviembre de 1986, Bogotá estaba tomada por una fuerza maligna que había poseído tanto a la hija de una de las feligresas del padre Ernesto, como al mismo Campo Elías, quien con la sangre del sacerdote escribe en el suelo “Yo soy Legión” (281).

¿Hay en la novela otras alusiones a la violencia que determina el contexto histórico de la narración? Aparece la delincuencia común, representada en la historia de María, víctima, por ser objeto de dos violaciones y victimaria, por ser cómplice de los asaltantes para quienes drogaba hombres adinerados y por ordenar el asesinato de sus violadores. Y la violencia política, representada también en el pasado de María, testigo del asesinato de sus padres en una toma guerrillera en Miraflores, y en la mención de la toma del Palacio de Justicia de Bogotá por el M-19. Ahora, ¿esto se articula de algún modo con la historia de Campo Elías para dar cuenta de las múltiples violencias en Colombia? De ninguna manera, sólo señala lo obvio, su coexistencia, su simultaneidad.

Esta novela es una sumatoria de tópicos y de situaciones que no llevan al lector a descubrir una dimensión ulterior a lo explícitamente consignado. El carácter polisémico de la literatura está completamente ausente. Lo que está ahí es lo que es.

Los personajes son menos que planos, porque ni siquiera se los puede reducir a una frase, al único al que se le intenta dar profundidad psicológica es a Campo Elías y ésta se ve arruinada cuando el personaje se convierte en el autor material del plan para destruir al sacerdote, anunciado por el demonio que había poseído a una adolescente de la parroquia del padre Ernesto.

Andrés es un personaje tan insubstancial y traído de los pelos, que en la adaptación cinematográfica de la obra, fue el primero en desaparecer. Es el artista burgués que hace retratos y comentarios de obras de arte bastante conocidas de pintores como Massacio, Rossetti, Géricault y Gauguin. Su característica es la capacidad de imaginarse a los demás, muertos. María es la chica pobre que busca cambiar su modo de vida, pero resulta castigada en su intento de ascenso social: los violadores creen que atacan a una niña rica. Apenas tiene tiempo de arrepentirse de su prometedor trabajo y de abandonar la banda, cuando cae en la matanza. Ernesto, es un sacerdote de buena cuna, pero que oficia en una parroquia pobre. No soporta la inexplicable maldad que cunde en Bogotá y al retirarse del sacerdocio planea trabajar en un instituto de investigaciones sociales. ¿Qué puede ser más contradictorio? Las historias de estos personajes no son más que pretextos para llegar a la descripción de la masacre. No hay ninguna conexión significativa entre ellos y Campo Elías, más que estar en el mismo lugar, a la misma hora, al morir.

Satanás no ofrece ninguna innovación narrativa, la mayor parte de la novela es relatada en tercera persona  y el único cambio se da al incluir el diario del asesino. Los diálogos son muy pobres y a menudo innecesarios. El lenguaje es tan simple que cualquier lector puede sentirse tentado a sugerir unos cuantos sinónimos y unas tantas podas, y la escritura en general abunda en valoraciones axiológicas maniqueas, en las cuales se descubre una profunda misoginia. La maldad existe, pero es un misterio, y la mujer es una entidad deleznable. Esta novela carga unos estereotipos femeninos lamentablemente degradantes.

Da pena leer en la contratapa que “Satanás viene a confirmar a Mario Mendoza como uno de los máximos exponentes de la nueva narrativa colombiana”. Había que preguntarse cuál es esa nueva narrativa y cuál o cuáles las precedentes. Y si el tipo de narración, composición y redacción de Mendoza sugiere a alguien el adjetivo de notable, esto sepulta el mérito de cualquier escritor que se tome en serio su oficio, que reflexione intelectual y estéticamente sobre su materia narrativa, porque Mendoza no da la talla de escritor. Viene a ser más bien una vergüenza para la literatura colombiana, así haya conseguido el reconocimiento de un premio literario.

Sin embargo, en la consecución del premio es donde se aprecia la dimensión política de la novela. Mario Vargas Llosa recibió el Premio Biblioteca Breve en 1962 por La ciudad y los perros, Guillermo Cabrera Infante, en el 64 por Tres tristes tigres y muchos otros han sido galardonados por obras innovadoras. Satanás no lo es en ningún sentido. La exaltación de una obra que no ofrece ningún tipo de estímulo al lector, sino que lo desorienta, que lo apacigua, que lo reduce a consumidor de una prosa pueril, sin estructura y llena de clichés, es el hecho político. Que la industria editorial etiquete este tipo de producto cultural como literatura y que la dé a leer, manifiesta su compromiso con (y su lugar estratégico para) el encubrimiento de las redes de poder en el capitalismo actual.

No Satanás, sino Vade retro, debería llamarse la novela y el lector debería atender esa advertencia.


[1] Que se recrea en la dualidad de Campo Elías como instructor de inglés y como ‘hombre de acción’, como militar en combate.

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2 Responses to Satanás (2002). Mario Mendoza

  1. Julieth Leal says:

    Hola, estoy de acuerdo con tu crítica, sin embargo en búsqueda de un autor para mi proyecto de memoria de Máster, me encontré con Mario Mendoza y quisiera saber si tienes más información sobre su obra literaria, ya que mi objetivo es el estudio de la escritura de la violencia en dos sociedades diferentes como lo son Francia y Colombia. Por ello, quisiera saber si la violencia urbana que Mendoza dice “exponer” de manera clara y concisa, puede ser basada en la obra de otro autor pionero en Colombia, ya que Mendoza es clasificado como uno de los escritores que innovan, contrariando así, un poco el legado que dejo García Márquez. Entonces, lo que quisiera saber es si tienes material que soporte tu crítica, como no sé, estudios de la obra de Mendoza, análisis, cualquier cosa que estudie la estética en la obra de este autor. Te agradezco de ante mano cualquier información que puedas brindarme al respecto.

  2. mmg says:

    Hola, Julieth. Este fue un ejercicio de crítica impresionista, por lo cual no tiene referencias a otros comentarios críticos. Tampoco sé si los hay, yo no me molesté en buscarlos. Revisa en las bases de datos, especialmente las de disertaciones doctorales de universidades americanas (ProQuest), seguramente hay gente interesada en la literatura de Mendoza. Si no hay artículos críticos, pues es también un trabajo de posgrado mostrar esos vacíos y empezar a llenarlos. ¿Te interesan escrituras de violencia sobre un periodo específico, o un tipo de violencia particular? Cuando mencionas un tipo de narración diferente del legado de García Márquez, ¿quieres decir “no alegórico”?
    Te recomiendo la disertación de Óscar Wilson Osorio, “Novela y Violencia en Colombia: el narcotráfico y sicariato”, o sus artículos sobre la literatura de La Violencia (años 50).

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