Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño: 1834-1874

Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño

(Capítulos IX “La fuga del cautivo Avendaño contada por él mismo (1849)” y X “Preparando mi fuga”)

 En estos capítulos, Santiago Avendaño relata algunos detalles de su vida con los ranqueles entre quienes vivió cautivo desde marzo de 1842. Asimismo, describe las negociaciones entre indios e hispanocriollos en medio de las cuales se acrecentó la esperanza de regresar a sus padres y se dio la ocasión para su fuga (concretada en noviembre de 1849), las penurias de los días de huida y sus primeros meses de reincorporación a la vida urbana.

Tratándose de unas memorias, en la narración se entreveran eventos registrados con fechas y personajes históricos y los pensamientos y sentimientos que aquéllos despertaron en la época que Santiago Avendaño rememora al escribir en 1854 (214). El texto ofrece valiosa información sobre la cotidianidad de los ranqueles, su economía doméstica, sus relaciones con otras gentes o naciones indígenas y con pobladores de origen hispánico, y confirma que a mediados del siglo XIX el fenómeno del cautiverio masculino subsistía con las características del siglo anterior, que han sido estudiadas a partir de las declaraciones de ex cautivos en interrogatorios como aquél al cual Rosas somete a Santiago Avendaño en Buenos Aires (256-261).

En el estudio “El cautiverio y sus funciones en una sociedad de frontera. El caso de Buenos Aires (1750-1810)” Carlos Mayo señala como característico del fenómeno la corta edad de los cautivos (entre la infancia y la temprana adolescencia). De las declaraciones de ex cautivos conjetura que no necesariamente se los consideraba esclavos al servicio de los caciques, pues podían servir a otras personas o desempeñar incluso funciones de supervisión de algunos indígenas; menciona casos de participación de los cautivos en los malones y sugiere como posible que fueran un indicador de status. Además, enfatiza su función de prenda de intercambio entre los distintos cacicazgos o de prueba de buena voluntad en las negociaciones de paz con el gobierno de Buenos Aires e incluso como elemento de canje por prisioneros indígenas. Mayo aborda también el tema de la reinserción de los ex cautivos a la sociedad de la frontera: de un lado se los tomaba como fuente de información sobre los indígenas; del otro, se aprovechaban las habilidades aprendidas en el cautiverio para las tareas de la hacienda y su conocimiento de los territorios indígenas. De ahí que los ex cautivos se ocuparan como lenguaraces o baqueanos.

La mayoría de estos datos pueden ilustrarse con informaciones de las Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño. Que los cautivos estuvieran al servicio de personas distintas al cacique se muestra con la alusión a la condición inicial de Baigorria entre los indígenas como esclavo de las mujeres del cacique Llanque-thruz (158). Que el tratamiento de los cautivos fuera distinto en cada comunidad y no siempre recibieran trato de esclavos, se aprecia en la descripción de labores domésticas y del cuidado de los animales que Santiago tenía a su cargo, pero más aún en las continuas muestras de que nunca recibió un trato degradante de los indígenas y de que era considerado por su captor, el cacique Caniú, como un hijo (157-158). Sin embargo, en esa deferencia influyó el que este joven era un cautivo excepcional, pues sabía leer y esa habilidad causaba curiosidad y admiración entre los indígenas, quienes lo animaban a cultivar el hábito de la lectura. Y fue precisamente el afecto de Caniú por Santiago, lo que evitó que lo llevara a las extenuantes incursiones, pues no quería arriesgar su vida en jornadas en las que “se duerme poco, se come mal y no se descansa nada” (159). La narración del joven deja ver la posibilidad de que algunos caciques llevaran a sus cautivos a los malones.

Las Memorias ofrecen un insumo importante para apreciar el papel del cautivo en las relaciones con la sociedad hispanocriolla de la frontera. La posibilidad del regreso de Santiago Avendaño a su familia apareció en el contexto de la celebración de la paz jurada entre el cacique Pichuiñ y el Juez de Paz y Comandante militar de Azul, Dn. Pedro Rosas, representante del gobierno de Buenos Aires (163ss). En prueba de buena disposición de las partes había intercambios de cautivos cristianos por indígenas presos. Por la liberación del cacique Güichal, detenido por Rosas en Buenos Aires, Pichuiñ debía enviar diez cautivos y quería incluir a Santiago en el intercambio, porque quería liberarlo, y, argüía, que el joven podía hablar en nombre de los indígenas ante Pedro Rosas. Pero Caniú-Calquín, su sobrino, no estaba interesado en ofrecerlo para esta negociación ni para ningún otro tipo de trato con los indígenas, por el afecto que le tenía, porque le había ofrecido la libertad cuando se casara o cuando llegaran noticias de la familia Avendaño reclamándolo, porque esperaba que la ocasión de canjearlo fuera más conveniente para él, o simplemente porque para Caniú era una dignidad poseer a un cautivito alfabetizado y no quería perder esa distinción.

En el episodio de la selección de los cautivos se aprecia, entonces, la organización de los indígenas para las negociaciones de paz, la posibilidad del canje, la utilización de los cautivos no sólo como mensajeros, sino como portavoces de los indígenas y el valor de los cautivos como elemento de distinción estamental entre los caciques.

Lo que relata Santiago a continuación muestra también otras características típicas de la relación entre los ranqueles y los ‘cristianos’. Se envían sólo nueve cautivos ante el cacique Catriel, mediador de las negociaciones, y éste los presenta al Coronel Pedro Rosas, quien acepta este cumplimiento parcial del trato y de quien Pichuiñ recibe a cambio yeguas, mantas de paño, ropa blanca, tabaco y bebidas. Pero un cacique contrario a las negociaciones, Rinque Aucá, organizó un malón a Sierra Chica, el cual rompió la gestión de paz (169ss). Esto muestra la fragilidad de los procesos de paz y el uso de los cautivos como moneda, como elemento de intercambio por bienes de uso diario o accesorios.

El cautiverio de Santiago ocurre en una coyuntura particular: el comienzo de la agricultura entre los ranqueles y uno de los reveces que esta actividad envuelve. Para la época de la fuga, la sequía y la invasión de langostas habían acabado con los cultivos y con el pasto para los ganados, la miseria era total y sin los beneficios de la negociación de paz los indios se vieron en la necesidad de invadir de nuevo. Varias incursiones trajeron resultados muy adversos para los indígenas.

Las representaciones pictóricas y literarias de los malones en el siglo XIX muestran estas incursiones desde la perspectiva de los habitantes hispanocriollos, como escenas violentas de pérdida y dolor, pero las Memorias muestran que los malones son, en términos sociológicos, actividades racionales con arreglo a fines que implican el sostenimiento de las comunidades indígenas, actividades sujetas a largos periodos de planeación concensual y preparación logística, cuya ejecución puede resultar en más pérdidas que beneficios para quienes las emprenden.

Contrariando las impresiones dominantes en la Argentina de mediados del siglo XIX[1], donde era moneda corriente el discurso que hace de los indígenas unos bárbaros, incivilizables, las Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño, que fueron rescatadas casi un siglo después de escritas, afirman que los ranqueles tenían formas de sociabilidad distintas, en ciertos respectos menos crueles que las de los ‘cristianos’.  En su narración Santiago menciona que durante el cautiverio nunca se le prohibió mostrar su fe (161) ni se le impidió que leyera, no se le trató como esclavo, se respetó su vida y fue tratado como el hijo de un cacique. ¿Podrían los cristianos tratar así a los indígenas? Dentro de las primeras cosas que le asombraron a su regreso a la frontera están la muerte injustificada de un prisionero indígena (244), y la risa que despertaba entre los hispanocriollos su imitación (requerida e involuntaria) del llanto indígena (250), primeros ejemplos de los muchos contrastes que aún estaban por venir y que lo harían concluir que su vida entre los ranqueles fue feliz, en comparación con la que tuvo entre ‘los suyos’.

 

BIBLIOGRAFÍA

Avendaño, Santiago. Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño. Recopilado por Meinrado Hux, Buenos Aires: el elefante blanco, 2004

Mayo, Carlos A., “El cautiverio y sus funciones en una sociedad de frontera. El caso de Buenos Aires (1750-1810)”, Revista de Indias, 45 (1985) pp.235-243.

Midgen Socolow, Susan. “Spanish Captives in Indian Societies: Cultural Contact Along the Argentine Frontier, 1600-1835.” Hispanic American Historical Review, 72:1, 1992, pp. 73-99.



[1] Para la época en la que Santiago Avendaño escribe sus memorias ya se había publicado el Facundo de Domingo Faustino Sarmiento.

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1 Response to Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño: 1834-1874

  1. Jose says:

    Buenos dias , no puedo ubicar una copia del libro , me dirias donde puedo encontrarlo , o en el mejor de los caso obtener una copia digital, gracias

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