Siervo sin tierra (1954). Eduardo Caballero Calderón

“No hay quien entienda a los jefes. Primero lo mandan a uno que grite y alborote y mantenga a raya a los godos, y después, cuando se arma la grande, ellos se lavan las manos y nos vuelven la espalda.” (143)

Dentro de la literatura colombiana, Siervo sin tierra se considera una novela de “la Violencia”, el periodo histórico comprendido entre finales de los años cuarenta y mediados de los sesenta, caracterizado por las masacres y desplazamientos originados por el conflicto bipartidista entre liberales y conservadores. La novela no sólo tiene el conflicto electoral como fundamento del destino de los personajes, sino que fue escrita durante el periodo que recrea, en el cual el fenómeno de la violencia conservaba las características relatadas en la obra.

Un narrador anónimo, extra-heterodiegético, cuenta de manera estrictamente lineal los veinte años de la vida adulta del campesino boyacense Siervo Joya, en los que intentó comprar la tierra donde nació, sin llegar a conseguirlo.

La novela se divide en tres partes, de siete, nueve y once capítulos, respectivamente, y un epílogo. En la primera parte se narra el regreso de Siervo Joya a Soatá tras prestar el servicio militar en Tunja. En su ausencia, su madre ha muerto y el día de su llegada Ceferino, un campesino conservador que ha matado a varios liberales, es ultimado en el rancho donde ella habitaba. El mismo día Siervo pierde casi todo su dinero, engañado por distintas personas, pero vuelve al rancho con Tránsito, una inesperada compañera, que antes vivía con Ceferino. Tránsito, su bebé de brazos y un perro que se les arrima, forman desde ese día una familia con Siervo.

En esta primera parte, la experiencia de Joya tipifica el funcionamiento de los arriendos, parcelas de una hacienda dadas a los campesinos bajo condiciones oprobiosas, que no conducen más que a la reproducción de la miseria entre el campesinado. Se muestran las alianzas entre las autoridades civiles y los terratenientes, las de éstos con los arrendatarios más acomodados, a quienes toleran  acciones ilegales que no amenazan su beneficio. Siervo trabaja varios días del mes para la hacienda y para su vecino, a cambio del pedregal y de tres días de agua para su tierra. Esta parte describe la sociedad rural, compuesta por los propietarios, sus subalternos y las personas que ocupan cargos institucionales como el alcalde, la maestra y la telegrafista, los guardias, etc., de un lado, y del otro, una abundante población de campesinos que, como Siervo, no poseen nada más que deudas impuestas arbitrariamente, el deseo de tener un poco de tierra para trabajar,  y su propia fuerza de trabajo.

En la segunda parte Siervo y Tránsito se casan. En una Navidad viajan a Chiquinquirá para hacer promesas a la Virgen. En el viaje el hijo de Tránsito muere y Siervo pierde una vez más todos sus ahorros. Poco después nace su hijo, Sacramento. En tiempo de elecciones, Siervo y los arrendatarios de la hacienda son forzados por el administrador, don Ramírez, a asistir en la plaza al discurso del candidato liberal a la Asamblea departamental, so pena de perder sus arriendos. Hay enfrentamientos entre campesinos liberales y conservadores y Siervo accidentalmente mata a Atanasio, un conservador de la región. Los jefes liberales prometen ayudarlo, pero pronto se desentienden de su situación. En la vida de Siervo se tipifican, además,  la manipulación de los patrones sobre los campesinos y la explotación de la burocracia judicial que cobra por sus servicios, pero que no adelanta el debido proceso.

En la tercera parte se ve a los Joya como víctimas de las irregularidades del sistema judicial y penal colombiano, uno del que hasta los proveedores de alimentos para los internos sacan ventaja. Durante los tres años del presidio de Siervo en Santa Rosa (de Viterbo), Tránsito tiene dos hijos más, Francelina y Siervito. La historia de Joya se encuentra con la historia nacional el 9 de abril de 1948. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, candidato presidencial de una facción del liberalismo, desató la ira de sus seguidores y la rebelión suscitó toda clase de destrozos en cada rincón del país. Como ocurrió en Bogotá, ante la impotencia de las autoridades civiles y militares, los presos de Santa Rosa se fugaron y Siervo entre ellos. Lo que viene después del bogotazo es el periodo de fortalecimiento del conservatismo por vías de la aniquilación de los liberales. El ser liberal agudiza la pérdida de derechos (humanos, civiles y económicos) de los campesinos. Los conservadores, amparados por el gobierno de turno, amedrentan a los campesinos liberales, forzando su desplazamiento a otras regiones, especialmente hacia Bogotá. Los jefes liberales también abandonan la región, y los más pudientes, se marchan del país. El rancho de Siervo y el de su vecino son incendiados y en el fuego muere Francelina.

El epílogo muestra que este atentado vence el empeño de Siervo de quedarse en ‘su’ tierra. Siervo y Tránsito van a Sogamoso, donde el campesino trabaja en la construcción de la vía férrea, trabajo que mina su salud, pero que le permite reunir ahorros con los cuales empezar a pagar su parcela. El negocio se cierra, pero en el camino hacia su pedregal, Siervo enferma y muere sin ver su tierra de nuevo. Tránsito se ve obligada a deshacer el trato para poder pagar los gastos fúnebres de Siervo.

¿Es este un drama político entre seguidores de diferentes partidos, como se ven a menudo las novelas de la Violencia?  No, no lo es. La novelística de la Violencia se mira con frecuencia como un inventario de denuncias de los abusos de los seguidores de uno y otro partido contra sus opositores. En los años cincuenta y sesenta en Colombia el género novelístico fue usado como un recurso documental,  auxiliar de la historia para registrar el conflicto bipartidista. Sobre este periodo existe una proliferación de obras que tienen más valor testimonial y documental que literario y que a menudo debaten entre sí.

En contraste con muchas de esas novelas, Siervo sin tierra muestra antes que el conflicto bipartidista un conflicto de clase que está al margen del gobierno de turno, liberal o conservador. En cada administración, Siervo y todos los campesinos desposeídos que él representa, son oprimidos por los propietarios de la tierra y sus administradores, por las autoridades civiles y militares y por sus mismas creencias religiosas. Siervo no tiene conciencia política y nunca la desarrolla, aunque su vida se ve determinada por la filiación política que le atribuyen y a la que  se acoge sin saber porqué. El chofer de una flota cree que es liberal porque vive en una región de liberales y él asume que lo es, porque quiere distinguirse del campesino conservador asesinado por matar liberales. Si va a la campaña del candidato liberal es por coacción, de no hacerlo, pierde el derecho a cultivar en el arriendo y su único interés es ese, no un programa político. Aunque su voto es decisivo para el partido, el triunfo del partido no aporta ningún cambio a su condición social de desheredado.

Si bien la novela señala la avanzada del conservatismo en la región, es claro que la opresión no recae sobre los liberales con conciencia política, sino sólo sobre los campesinos pobres e ignorantes que son en todo tiempo víctima de alguien, sea liberal o conservador. La reificación del campesinado es lo que la novela propone más allá del color político que parece mostrarse víctimizado.  La situación de clase, antes que la filiación política, entra en juego en el reparto de víctimas y de acusados y esta novela apunta a este hecho. Los terratenientes no tienen más tormento que alejarse de la hacienda, ellos no pierden nada, ni la tierra ni el buen nombre, porque al fin y al cabo los que se matan a machete y a fuego son los campesinos.

Siervo sin tierra se distingue de las novelas de su época en su tratamiento de la violencia, pues modera la información sobre las atrocidades cometidas en el campo en esa época, cuya representación fue precisamente la causa de la marginalización de esta literatura en la crítica literaria colombiana. Al hacer del centro de la novela los comicios electorales muestra, además, un aspecto mucho más importante de la violencia en Colombia: el carácter instrumental de la violencia como medio de legitimación del poder político.

De acuerdo con Hannah Arend en su ensayo Sobre la violencia, ésta es el instrumento que usa el poder cuando va perdiendo legitimidad. Dicha legitimidad se obtiene en las elecciones, viene del consenso de la población. En la novela, como en la Colombia histórica, el gobierno conservador de fines de los cuarenta y comienzos de los cincuenta quiso imponer su legitimidad mediante el fraude electoral y la eliminación física de la oposición política, una táctica que ha definido por décadas la forma de sociabilidad política en Colombia.

Caballero Calderón, Eduardo. Siervo sin tierra. 1954. Santiago de Chile: Zig-Zag, 1968.

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3 Responses to Siervo sin tierra (1954). Eduardo Caballero Calderón

  1. Luisa Fernanda says:

    Que buena reseña, la verdad está muy completa y muy crítica. Felicitaciones.

  2. Dani says:

    Espero sigas escribiendo, me gusto mucho tu reseña, leí el libro en le colegio en compañía de mi madre, ahora que no esta es uno de los libros que me la recuerdan, aun tengo la imagen en mi cabeza de Mano Siervo sentado en una roca observando su tierra pensando que por fin será dueño de una parcela, sin saber que en realidad ya falleció 🙁

  3. Sara says:

    Cierto felicidades ????????♥️

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