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PARADOJA INSALVABLE EN LOS PAISAJES SONOROS de “LOST CHILDREN ARCHIVE”

La novela de Luiselli nos presenta espacios sinestésicos, mediados por las sonoridades y caracterizados por la amplificación de todo tipo de ruidos y sonidos, desde una caja registradora hasta el aparato digestivo o la respiración, habitualmente inaprehensibles en el trajín cotidiano. 

La actividad de la protagonista y su esposo, encargados de embotellar de manera exhaustiva todos los elementos sonoros que conformarán un “mapa” , parece arraigarse en ellos en forma de una constante obsesión por describir, conocer y, quizás, controlar también la realidad tangible. 

Esta voluntad de compendiar cada minúsculo sonido a su alrededor,  para lo cual se pone en marcha un contundente despliegue de medios (desde la maquinaria específica para la labor hasta el ambicioso viaje por carretera que la familia emprende), se nos revela también como una tarea determinada por una serie de paradojas ineludibles. La más llamativa es la imposibilidad de la narradora para capturar el lenguaje, a pesar de tratarse de una investigadora cuya misión originalmente dentro de este proyecto multidisciplinar en el que participa es “«realizar un muestreo de la metrópolis con la mayor diversidad lingüística del mundo, y mapear la totalidad de los idiomas hablados por sus adultos e infantes»” (19). 

A pesar de haberse agudizado todos sus sentidos corporales y rutas sinápticas y haberse especializado en atender a la sonoridad circundante, convirtiéndose en una herramienta de trabajo más -si no la más importante- que no deja de funcionar activamente en el espacio privado, la protagonista se demuestra incapaz de verdaderamente reflejar significantes sonoros emitidos por los “niños perdidos” que encuentra a lo largo de la novela, y menos aún de recoger los esquivos significados que aquellos guardan. Quizás ni tan siquiera puedan encontrarse a modo los ecos y reverberaciones que, al final, son lo que acaba emergiendo del valle desierto de su archivo. Y es que ni ella misma, ni mucho menos el sistema jurídico y la sociedad estadounidense, cuentan con las claves o el marco mental y emocional que les permitirían acceder a la verdad de esos testimonios. 

Una herida en la mente podría no sanar

Al leer Insensatez de Horacio Castellanos Moya, hubo dos cosas que me llamaron la atención desde la primera página. La primera fue la falta de puntuación, era como si las frases no acabaran nunca y como decía el narrador, era como si sus “pensamientos [estaban] jugando un ping-pong desordenado” (74). Para ser honesta, el estilo de escritura me molestó un poco; sin embargo, creo que era apropiado porque mostró la personalidad ansiosa del narrador, también ilustró el título del libro. Las descripciones gráficas de los hechos horribles que se cometieron contra los indígenas fue lo segundo que me llamó la atención. Al igual que el narrador, mientras leía estas descripciones, yo nunca fue insensibilizada a ellas a lo largo del libro, lo que pensé que era extraño para mí dada la cantidad de violencia a la que estamos expuestos en estos días en los medios. De hecho, podemos ver los efectos que estos testimonios tienen en el narrador a medida que avanza la historia. Primero se obsesiona con las oraciones del texto y las repite constantemente a otros que creen que se está volviendo loco. Sin embargo, es interesante notar que él nunca trata de silenciar estas voces, en su cabeza o en el texto, con la intención de “give…voice…to a previously voiceless [group],” que se relaciona con la idea de testimonio de John Beverley (19). Al leer constantemente estas historias, el narrador sin duda asume parte del trauma y, como dice Cathy Caruth, “[a] wound on the mind…is not, like the wound of the body, a simple and healable event,” sino que toma tiempo para aparecer y los efectos no se conocen hasta más adelante (4). Estas ideas freudianas se aplican directamente al narrador que va de mal en peor, volviéndose paranoico de que Jota Ce y el ejército lo matarán, sin saber lo siguiente que desencadenará su miedo, llega al punto en que los perros lo asustan. Su paranoia se vuelve tan mala que tiene que mudarse a una casa de retiro espiritual para aislarse y completar su trabajo. Sin embargo, en ese momento ya es demasiado tarde, su cerebro se ha plagado de paranoias y fantasías violentas, él incluso está representando la violencia, “lo hacía girar por los aires a una velocidad de vértigo, frente a la mirada de espanto de sus padres y hermanitos, hasta que de súbito chocaba su cabeza contra el horcón de la choza, reventándola de manera fulminante, salpicando sesos por todos lados…” (137). Sin embargo, es consolador ver que se da cuenta de que necesita ayuda cuando repite, “yo no estoy completo de la mente” y “nadie en su sano juicio le podría interesar ni escribir ni publicar ni leer otra novela más sobre indígenas asesinados (13)(74). Al menos lo reconoce y, ojalá pueda obtener la ayuda que necesita en Alemania.

Preguntas de discusión: Castellanos Moya & Beverley

Preguntas de discusión – Insensatez

1. El dolor y el placer:

Al relatar las historias de las víctimas de la masacre y de la violencia, el narrador describe los sonidos asociados al dolor vivido por estas personas (la historia del mudito, p.29). Del mismo modo pero en contextos distintos, al narrar sus fantasías sexuales o momentos de intimidad, él recurre a la descripción de los sonidos (los gemidos, p.42). ¿Cómo se diferencian las descripciones de los sonidos asociados a la violencia y a la sexualidad? ¿Qué tipo de reflexión genera ese paralelo?

2. El léxico asociado con la naturaleza y lo animal:

En varios momentos de la novela, al describir directa o indirectamente los sonidos, el narrador usa palabras asociadas con la naturaleza y los animales (el uso del verbo pulular, p.24). ¿Qué efecto produce ese léxico en la imaginación y la percepción del lector? ¿Qué indica sobre la condición emocional de la posguerra en Guatemala?

3. Libreta de apuntes:

¿Qué se puede conocer sobre el narrador a través de su libreta de apuntes? ¿Cómo se puede interpretar la relación entre el acto de escuchar y de observar la reacción de quién escucha? Por ejemplo, cuando el narrador saca su libreta y lee un fragmento de los testimonios a alguien.  

“y enseguida extraje mi libreta de apuntes del bolsillo interior de mi chaqueta con el propósito de paladear con calma aquellas frases que me parecían estupendamente literarias” (43).  

5. Carta blanca:

Nosotros nos enteramos que como corrector de los testimonios, el narrador tiene la posibilidad de cambiar las narrativas de las víctimas.

“por lo que mi labor nada más consistiría en un afinado y retoque final, aunque por supuesto tenía carta blanca para modificar aquello que considerara necesario, sin distorsionar el enfoque – y su confianza en mí era tal que no había necesidad de entrar en detalles, dijo” (27).

Pensando este detalle al lado del texto de Beverley y la controversia de Rigoberta Menchú,  ¿cómo podríamos pensar el trabajo de corrector? ¿Qué crítica provoca tal libertad de corrección?

6. Paranoia:

El narrador nos habla de su paranoia y su falta de estabilidad mental, pero al mismo tiempo sabemos sobre sus experiencias con los militares en su país de origen y el contexto social/político del país en que ahora vive. ¿Cómo interpretamos el mensaje de Toto al final de la obra? CITA: “Ayer a mediodía monseñor presentó el informe en la catedral con bombo y platillo; en la noche lo asesinaron en la casa parroquial, le destruyeron la cabeza con un ladrillo. Todo el mundo está cagado. Da gracias que te fuiste” (155). Llegar a una conclusión sobre su paranoia cambia la empatía que sentimos hacia el narrador?

7. El género literario:

José Manuel González Álvarez plantea que la obra de Castellanos Moya es un relato post testimonial  y rompe en parte con las tradiciones literarias centroamericanas de su periodo. ¿Cómo describirías el género de la obra? ¿Cuál es el límite entre la ficción y la realidad en la obra?

 Portada del libro: “Éste es un libro de ficción. Nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o utilizados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales vivas o muertas, es una coincidencia”