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El eco del terror en “El huésped”

El huésped me ha parecido una autobiografía de teror en la que la instrospección de Ana nos muestra su pasado lleno de miedo a sí misma. El espanto del que Ana es partícipe queda delimitado por dos elementos que recorren toda la novela: su pánico ante La Cosa y el espectro de su hermano muerto. La angustia originada por la desaparición física de un ser querido, unida a la insoportable unión con La Cosa (cuya separación equivale a la liberación y cuya conexión es una carga que además culpabiliza a Ana de la muerte de Diego), nos conduce a una batalla contra la catástrofe de una familia en la que solamente los recuerdos tienen voz.

La fijación de la protagonista hacia los ciegos me parece una señal de la necesidad que Ana tiene de acercarse a personas enfermas que carecen de uno de los cinco sentidos. Mientras en el instituto de ciegos en el que ella trabaja no puede dejar de percibir el dolor de los pacientes en la sala de lectura, podemos comprobar cómo su cabeza sigue llena de La Cosa. Aunque Ana pretende descifrar la mentalidad del invidente, finalmente me da la impresión de que esa meta no es más que una excusa para poder aclarar su propio desequilibro emocional: un desequilibrio producido por un sentido de más en vez de por uno de menos, una alteración alimentada por la presencia intangible de su hermano (ahora fantasmal) y por la dualidad de su propia conciencia.

Me gustaría destacar las noches en las que Ana tiene insomnio y el lector queda atrapado en madrugadas donde el oído de Ana amplifica los sonidos a causa del silencio imperante. Quejidos, voces o gemidos, pasos desconocidos que se acercan hacia la habitación de Ana… Ahí la oscuridad no está tanto en la noche como en el contexto sonoro que refleja muy bien el estado mental y a la vez el aspecto más visceral de alguien que ha sido testigo de una muerte cuyo grito forma parte de La Cosa y cuyo eco encuentro de forma recurrente tanto en el aspecto formal de este libro como en el relato de esa niña poseída que Ana lleva constantemente consigo, incluso tras años de silencio.