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Lo Unheimlich en El huésped

El huésped nos adentra magistralmente en las grutas habitadas por un fuerte trauma reprimido en la infancia, cuya sombra se torna en una suerte de álter-ego parasitario que domina por completo la psique de su protagonista, Ana.

La novela nos permite conocer desde la intimidad de Ana al ente terrorífico que ha ido colonizando su cuerpo, y que ella acierta a denominar La Cosa. A lo largo de la obra, vamos adentrándonos en una sucesión de acontecimientos que marcan el complicado paso de la protagonista por las etapas naturales del crecimiento, desde la infancia hasta la adultez. De cara a comprender el despliegue de este proceso alienante,  personificado en ese Doppelgänger terrorífico con voluntad propia y ansias de dominación sobre su contraparte, así como la  evolución de la tensión entre estas dos entidades, la idea de Unheimlich, tal y como la transmite Freud (1919), resulta enormemente eficaz.

Este concepto, traducido al inglés como uncanny, pone el foco sobre aquellas fuentes de terror y/o desasosiego procedentes de elementos familiares. Se trata de algo terrible que se reprime y esconde con el mayor afán, desesperadamente, pero que vive dentro de cada persona. Más aún, proviene de la infancia, en que lo traumático es integrado desde una lógica en que lo fantástico y los límites de la realidad no están tan definidos, conceptualización que de algún modo pervive en nuestras mentes, latente, a medida que crecemos y nos alejamos de esos monstruos y cuentos, pero que no es sustituida por otra lógica que afronte estas realidades enterradas.

Siguiendo estos esquemas, entendemos que los elementos irreales que la protagonista percibe de pequeña, la impactante muerte de su hermanito Diego, se transmutan en la grotesca Cosa; así, encuentra una manera coherente de explicar la realidad inexplicable desde los códigos establecidos por su familia y por la vorágine que es su ciudad -marcados ambos por distintos tipos de incesante violencia y muerte-. Su niña interna, que se sigue castigando comiendo guisantes en momentos clave, está escondida en algún lugar dentro de sí a medida que entra en la adolescencia y la adultez. Por otra parte, cabe añadir que el apego que, según Freud, está normalmente ligado a la madre, en este caso Ana lo tiene con su hermano, algo que explica su reacción aparentemente violenta ante el acercamiento de las niñas de su clase al comienzo de la novela, por ejemplo, y que explicaría la dominante presencia de La Cosa, junto con la falta de articulación y gestión en el núcleo familiar y, de alguna manera, en los rituales sociales ante la muerte. 

Por último, cabe añadir a este comentario las posibilidades de explorar otra obra que, muy probablemente, dialoga textualmente con la novela: se trata de “El huésped”, cuento de Amparo Dávila, en que el ser alienante y abyecto no vive -aparentemente- en la mente y el cuerpo de la protagonista (se trata, claro, de una mujer, lo que predomina en la rica tradición gótica), pero sí habita su hogar. De nuevo, igual que la obra de Nettel, se abre un espacio a la ambigüedad que nos permite cuestionarnos la percepción de la narradora.