El gran valor de la escena XI radica en su naturaleza especular, que nos permite entrar en diálogo con la versión original de El viaje de los cantores, y comprender mejor algunas de sus claves, al tiempo que contribuye a la resignificación de la misma.
El hecho mismo de que Salcedo considerase necesario ampliar el texto, explicando sus motivaciones para ello, nos demuestra que la obra entera no es sino un artefacto para la denuncia y el cambio social y político, y que se trata además de un artefacto vivo: esta finalidad está por encima de cualquier pretensión artística o estética. Este dinamismo y maleabilidad del texto ya se evidencian en la multiforme puesta en escena, o en la heterogeneidad genológica (desde el monólogo con ecos a Segismundo –La vida es sueño- de El Miqui hasta el incesante diálogo con que se nos ametralla en la escena IX).
En cuanto al carácter subversivo de esta escena frente al resto, podemos afirmar que la perspectiva de género introducida acaba por resignificar de manera esencial El viaje de los cantores gracias a su tratamiento de la mujer. Uno de los aspectos a tener en cuenta es que aquí, finalmente, encontramos elementos que nos obligan a diferenciar unos personajes femeninos de otros, y que los tornan en personajes con subjetividades complejas. Mientras que en las demás escenas la única mujer diferenciada del coro femenino es la abuela (incluso la pareja de El Chayo es simplemente la “Mujer 5”), -si bien su existencia misma y su monólogo parecen una simple excusa para ahondar en la historia y el contexto de El Mosco-, aquí cada mujer recibe denominaciones diferentes, punto de partida crucial para habitar el texto como personajes complejos. A este respecto, no obstante, cabe también destacar que sus nombres las convierten de alguna manera en distintas facetas de una misma unidad femenina (soltera, enamorada, embarazada) a través de denominaciones que además las hacen existir en función de su situación sentimental respecto a otra persona.
Por último, en cuanto a la relación formal de la escena XI con la versión previa de la obra, parece adherirse a El viaje de los cantores de manera natural: si el universo diegético conformado por las escenas I-X, tomado en orden cronológico, comienza con un grupo de mujeres, esta escena acaba con tres voces femeninas, mostrando así una circularidad que permite al lector/espectador poner el foco en la particularmente cruenta experiencia femenina -y doblemente inmigrante-.