Sobre _Insensatez_ y la catarata adjetival

La novela Insensatez de Castellanos Moya es un texto muy latinoamericano. No sólo por los temas de la guerrilla, los testimonios de los indígenas, la descripción del centro de la ciudad -posiblemente Guatemala-, que son una parte esencial de América Latina, sino por el estilo. Hay otros autores latinoamericanos que apelan al párrafo único en sus obras, el más reciente Temporada de huracanes de Fernanda Melchor,  El otoño del patriarca, de García Márquez, El Apando de José Revueltas y “Macario”, de Juan Rulfo. Todos estos tienen en común que intercalan la descripción  con el diálogo y con la narración. Este recurso, que por su continuidad tiene tintes de oralidad ficticia, nos provoca una lectura ágil, rápida, abrumadora. Los relatos latinoamericanos contemporáneos tienden a la intensidad y a la brevedad. Desde la disposición del lenguaje ya nos dan pistas del escenario asfixiante que están describiendo.

 

He usado la frase “catarata adjetival” para designar el estilo de este libro en particular. La frase no es mía, se la escuché a un maestro de la Facultad que era experto en estilo. Él solía decir que los párrafos de Revueltas son cataratas descomunales. Creo que el concepto queda muy bien para este texto en particular, con la salvedad de que el discurso de este crítico literario / corrector de estilo / editor es en realidad una cascada de adjetivos. “Yo no estoy completo de la mente […] la frase que me dejó lelo en la primera incursión en esas cien mil cuartillas impresas”. Ya el inicio del libro es una frase que describe el estado mental del indígena [y del narrador], es decir, no estar completo de la mente.

 

A lo largo del texto, ese “no estar completo de la mente” se va materializando en comportamientos violentos y repentinos, que comienzan desde el tipo de lenguaje que utiliza el narrador, como “la tan famosa calle”, “el tan llamado periódico”, “el tal Jorge”. Todos estos “tan” son usados en un tono despectivo, que, en mi interpretación, configuran una personalidad molesta, enojada con la realidad. Una personalidad que todo lo juzga y critica, una y otra vez. El narrador tiene una visión de mundo que, en lo personal, me apreció abrumadora, y ese efecto estético comienza desde la acumulación de todo tipo de frases con adjetivos calificativos despectivos.

Por ejemplo, en la siguiente podemos observar un lenguaje que cristaliza emociones de furia: “tampoco pudo defenderse cuando le clavé la segunda puñalada por debajo del esternón, con mayor furia que la primera, tal era mi encono, que enseguida mi brazo vehemente no paró de meter una y otra vez el cuchillo en el cuerpo del soberbio panameño que me había negado el pago de mi adelanto, hasta que de pronto me descubrí en el centro de mi oficina haciendo los furiosos movimientos de quien apuñala a su peor enemigo, sin ningún puñal en mi mano, por supuesto, como aun enloquecido hubiera pensado alguien” (39). Las palabras que he resaltado son una muestra del lenguaje que está fuertemente arraigado en los pensamientos del narrador, y cuya frecuencia en su discurso se incrementa conforme se le acumulan las malas noticias: la negativa de Pilar, la nota en el periódico que supuestamente lo acusa, la indiferencia de su jefe, la negación del pago, su propio machismo y arrogancia ante la ciudad, etcétera.

La catarata adjetival se vuelve más densa hasta que el lector comparte la bruma que aqueja al narrador. En este sentido, el estilo literario obedece al estado mental que este personaje deja entrever. Una personalidad prejuicios, inestable y furiosas. Cómo representar la insensatez que aqueja al personaje y titula a toda la novela? Saturando el texto con una acumulación de frases cargadas de perturbación e inestabilidad emocional.

One comment

  1. Este análisis del modo en que la forma, el lenguaje, el ritmo y las repeticiones van atrapando al lector de manera similar al confinamiento que siente el narrador me parece muy bien pensado. Sería interesante meditar sobre el afecto y la forma de la novela. El adjetivo “asfixiante” que empleas en el comentario resulta demasiado adecuado para describir la situación en que se encuentra el narrador y, tal vez, la experiencia de leer la novela. Me parece muy llamativo pensar tu última observación sobre la “acumulación de frases cargadas de perturbación e inestabilidad emocional”, al lado del final de la novela. A fin de cuentas, la “perturbación e inestabilidad emocional” son 100% justificadas y nos damos cuenta de que la insensatez del título tal vez no se le aplique al narrador.

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