Notas sobre LASA 2024

Celebrada, aclamada, odiada, ignorada y siempre bulliciosa, la conferencia de la Latin American Studies Association (LASA) se celebró en Bogotá este año del 12 al 15 de junio en las instalaciones de la Universidad Javeriana. Esta fue la sexta vez que participo en la conferencia y aun no entiendo bien qué está en juego en este evento. Está claro, por supuesto, que la conferencia sirve como punto de encuentro para viejos colegas, excompañeros, o amigos que han interactuado y discutido por años temas afines en el área de los estudios latinoamericanos. Por otra parte, es innegable que entre tantos paneles, talleres, conferencias y eventos uno no puede sino sentirse perdido y algo abrumado. Como alguna vez leí en algún lado, para evitar estos embrollos y sobrevivir LASA con éxito, el festival de cine siempre es un buen refugio. Ahora bien, ¿vale la pena hacer el viaje sólo para ver películas latinoamericanas?

No soy el primero ni el último que se para a pensar en los sentimientos encontrados que genera la conferencia de LASA. De hecho, en Bogotá y a propósito de la conferencia, Luis Guillermo Vélez Cabrera y Alejandro Lloreda escribieron una elocuente crítica sobre el festival. La nota lleva como título “Notas sobre un festival woke.” La nota apunta como a partir de las diferentes divergencias que ha tomado “la izquierda” mundial, sobre todo en Norteamérica, muchos temas canónicos de los estudios latinoamericanos, y otras áreas, han sido desplazados por una agenda “woke.” La palabra, que en inglés hace referencia al estar despierto, pero también a una serie de luchas y reivindicaciones sociales popularizadas por redes sociales a partir del #metoo, y otros movimientos sociales, carga una connotación ambivalente. Mientras que para algunos lo woke refiere a un intento por reivindicar a grupos marginalizados a través de prácticas simbólicas y sociales, como la inclusión de grupos minoritarios en el reparto de películas y programas de entretenimiento. Para otros, lo woke refiere a la atomización social y al dominio de las políticas de identidad acérrimo y más reaccionario. Es decir, como bien ilustran Vélez Cabrera y Lloreda, lo woke se compone del exacerbado comentario de temas foucaultianos; de la aglomeración sin sentido de interseccionalidades o subalternidades; de la victimización ante todas las cosas de cualquier grupo de riesgo; y de la idealización de los grupos marginados (indígenas, colectivos LGBTQ+). 

Quizá lo peor de lo woke, como lúcidamente comentaba mi anfitrión en Bogotá, un profesor jubilado de la Universidad de los Andes, es que, por afán de querer resolver problemas importantes, los movimientos woke terminan generando y atomizando los problemas, creando así falsos problemas que se multiplican y diversifican por todas partes. Vélez Cabrera y Lloreda, añaden que: “El woke, en vez de integrar a la sociedad defendiendo los valores humanos universales, la segmentó en pedazos de salami identitarios que se engullen fácilmente.” Al final, lo más triste de los movimientos woke es que no son reivindicativos ni contestatarios ante las injusticias, sino que son afirmativos y acordes con las propias injusticias y formas de explotación que denuncian. Quizá el ejemplo más claro de este callejón sin salida es la utilización del lenguaje inclusivo. Mientras que los cambios en una lengua siempre han estado en manos de las multitudes, el carácter prescriptivo de grupos a favor del lenguaje inclusivo, que consiste en la utilización de formas “neutras” en el español a partir de la modificación de las palabras (i.e. une, por uno, niñe, por niño), promueven la idea de que las palabras son las cosas. Esto es, si una lengua es siempre excluyente (pues quien no habla una lengua está fuera de ese horizonte de sentido), en el afán de volver a los signos referentes fieles de aquello que designan, el lenguaje inclusivo termina por ser doblemente excluyente. Une niñe puede estar feliz en su casa de coto privado y educación progresiva, mientras miles de niños nunca verán una escuela y nunca sabrán siquiera que algunos de ellos pudieron haber sido niñes.

Por otra parte, tampoco es aleccionadora la crítica de Vélez Cabrera y Lloreda. Pues claro, es bastante fácil criticar a algo tan poco consistente como lo woke. De hecho, la crítica misma que hacen Vélez Cabrera y Lloreda es, en cierto sentido, una crítica woke. El texto está escrito justo como un woke juzgaría: el internet, las imágenes y un “control + f” por delante. Es decir, Vélez Cabrera y Lloreda critican a la conferencia por no promocionar temas para ellos importantes, de “grueso calibre” les llaman. Criticar el programa de un evento sin haber ido es el consuelo y la lucha misma de los “woke.” ¿Qué pensar, entonces, sobre una conferencia que, al menos desde la perspectiva de Vélez Cabrera y Lloreda, se percibe como “El Woodstock de los estudios latinoamericanos”?

Quizá lo más difícil sería decir que en LASA, al menos en las últimas conferencias, se sigue un tema a fin o que hay figuras “clave” en el campo de estudiso. Esto es, este “festival” no tiene nada de Woodstock pues no hay artistas principales ni teloneros. De hecho, aunque todas las conferencias de LASA promocionen un tema, o una línea de pensamiento a seguir, son contados siempre los paneles que aceptan la invitación del comité organizador. Para este año, LASA invitó a los panelistas a “imaginar futuros posibles para las Américas.” Al respecto, fue bastante anticlimático que, en la casi clásica mesa redonda sobre el estado actual de los estudios latinoamericanos, poco o nada se discutiera sobre el futuro del campo de estudio. Antes bien, los participantes de la mesa, algunos presentando de manera remota, se dedicaron a rememorar cómo ha sido su experiencia dentro del campo. Para algunos, por otra parte, además de ejercitar su memoria, el campo de los estudios latinoamericanos debería de reordenarse ante los embates del discurso identitario y decolonial. Esto mismo, quizá, demuestra la incapacidad de la conferencia de imaginar un futuro, ni mucho menos de entender su propio pasado, pues hace ya más de 20 años varios intelectuales habían advertido el peligro que las políticas identitarias y la opción decolonial representaban para el campo de estudio. Si algo valioso hubiera dentro de las intervenciones de los panelistas de la mesa es que el campo de los estudios latinoamericanos, más bien, siempre tiene que volver a hacerse desde un “afuera.” Esto, al menos, quedó evidente luego de que cada ponente explicara y enfatizara que ellos mismos, como “latinoamericanistas,” habían surgido de otros campos y que, casi, circunstancialmente hubieran caído en el campo de los estudios latinoamericanos.

No hay, entonces, futuro para las Américas. Y, de hecho, esto no necesariamente tendría que ser negativo. En uno de los últimos paneles de la conferencia, quizá un “headliner” del Woodstock que vieran Vélez Cabrera y Lloreda en el programa del evento, un ponente tajantemente argumentó que la idea de futuro no puede ya servir como promesa discursiva para articular cambios políticos ni intelectuales. El análisis presentado por el ponente partía de una lectura del libro de poemas Un libro rojo para Lenin del poeta salvadoreño Roque Dalton. La idea misma de tiempo, para el panelista, es dejada de lado en los poemas de Dalton. La redención, o la promesa, como forma de articuladora de sentido queda agotada a finales de siglo. Con esto, pues, el futuro se borra del horizonte y los movimientos sociales quedan expuestos a la intensidad e inmanencia del instante. Desde el instante, entonces, de nada sirven las identidades. Desde lo inmanente, el tiempo queda vaciado de la urgencia y se abren posibilidades nuevas. No hay ya lugar para gastar energías con planes y proyectos. Sin la idea misma de futuro todo está en manos de las multitudes. Y, aunque claro, el tema de la desaparición del futuro como aglutinador de sentido en los movimientos sociales también, de cierta manera, ya fue discutido por exlatinoamercanistas y otros pensadores afines al congreso, fue interesante ver una intervención que siguiera y desafiara la línea de pensamiento sugerida por el congreso.

Si los especialistas en el área de los estudios latinoamericanos no pueden formular respuestas adecuadas sobre el estado actual del campo mismo, y tampoco hay futuro como aglutinador de sentido, entonces el campo de los estudios latinoamericanos queda a la intemperie. Desde este espacio se abren nuevas posibilidades. Ya no hay futuro, ni especialistas capaces de domar el campo. Todo, al menos desde una perspectiva muy positiva, queda en un “vamos a ver.” Y al mismo tiempo, todo queda también como todo aquello que vive a la intemperie: muy cercano de su muerte en soledad.

How to look for a job in a jobfair

Hi there. 

If you’re already at a moment in your life when you cannot defer more the construction of your career, perhaps a good place to start is to attend a jobfair. These events are more than crowded places where people get free bags, tags, pens, shirts and folders for free. This is a good opportunity for meeting employers who are looking for employees. And while this is confusing, and you might be afraid to attend, you should go because that is what is looking for a job. 

In the following blogpost you’ll learn about “how to look for a job in a jobfair.”

In case you haven’t attended to one of these events, the first thing you should do is to investigate if one is happening soon. If you are a university student, your university should have a “careers online” portal with options for students and alumni. If you’re not a student but wish to attend to one of these events organize by a public university, in most cases you’ll be able to attend. If not, perhaps the best option would be to search online for other opportunities. 

Once you have registered online, make sure to follow as many advice as you can from the same portal you registered at. Most often than not there will be one-hour videos with useful tips and questions from the audience. 

After this, you should prepare your resume. If you have been studying most of your life and you haven’t applied for any full-time employment, the resume is a first big challenge. This type of text translates your life experiences into a two-page document where you use verbs that can quantify any important skills or abilities you may or may not have. Use words like “deliver” and “result oriented” if you wish to impact the possible HR reader. Avoid mentioning that you are desperate and looking for a job. And finally, always make sure that your contact information is readable.

Once you have your resume and you have watched most of the online tutorials in preparation for the jobfair, make sure you have appropriate clothes. If you happen to live in a city like Vancouver, you should be fine wearing a clean shirt and pants. Wear colours that look good on you and feel confident. 

Arriving at the jobfair could be intimidating, especially if you realize that most of the people is wearing suits. If you feel out of place and wish to go to the closest bar to you, remind yourself you have a lot of education, you are like anybody else, and you also need a job. Enter to the fair. Inside you quickly realize that the event is way bigger than you imagine. There are two levels and there are people bursting from too many different directions. There is even a coatcheck, but you’re lucky because you decide to not wear a coat. 

As you enter the venue you can finally use your skills of small talk because you have watched How to with Jon Wilson. So you’re confident with your small talk abilities. 

Now it’s the time. You go to the stands of the companies you looked online. Those very same companies that did not show up when you added to the jobfair search filter the words “teaching” or “write,” two of your favourite things to do in life and things that you are actually good at and care about. Once you arrive to one of the stands of the companies you’re interested in, you realize you completely misunderstood what the company does. They help you get a job, they don’t hire. They’re looking for costumers, not for employees. You soon realize that the two other companies you were interested in are also looking for costumers. 

Whether it is because most of the jobs at the fair are not funny, or are in areas that do not interest you at all, or because you simply cannot see yourself doing one of those jobs, you feel defeated. After all these years of education you cannot drop any of the 5 resumes you printed into any stand. You go to the company that sells paper at the fair, but there is no Michael Scott that would recruit you. Not even the free merchandise uplifts you. You’re in a vortex and the suits and expensive clothes of most of the people asphyxiate you. You wanted this. And even if you already knew that none of this companies is looking for anything that you can do well, you feel exhausted and humiliated, drowning in a sea of opportunities. You feel that there is no place to go, until suddenly someone touches your back. A friend who you have not seen for more than 3 years is there. 

The two of you leave the jobfair. Then you have a coffee. She tells you about her life. Her parents in Delhi are getting older and older and the weather over there is going nuts. Schools are closing because of pollution, or high temperature. She returned to Vancouver to find an opportunity, she has a valid work-permit and has found a job. She was at the fair looking for a full-time job, hers is hourly rate, and recently they have reduced her hours. At one time of the conversation, you both agree that today there are more people and less and less opportunities. More hourly rate jobs and less fulltime employment chances. It all seems that is measured by a rule of less and more. Less time at the bar, more time at the pharmacy. Less caffeine after 4 pm and more decaf tisanes. More time at the screen, less time in front of books. 

You both seem to be depressing each other. But then, for whatever reason people is having a hard time entering the coffee shop. Since you’re sitting next to the door at the patio, you start opening the door for the customers both entering and leaving. After some costumers have been granted access by your server-reflexes when opening the door for them, your friend suggests that a percentage of the tips those customers leave at the café should be yours. Some customer overhears and laughs. Perhaps this could have been a job at the jobfair, or perhaps, you think, this is how you find a job: you create it for yourself. But then you realize that letting people in or out is not for you. Your friend and you laugh. Then you make both your way home. In the bus she tells you she’s been learning Indian astrology. She finds it exciting and wishes she had learned it before, perhaps by now you and her could run a business of Tarot and Indian Astrology reading. 

Once you are home and your friend is at a party she had to attend, you tell your girlfriend the best part of the jobfair was meeting your old friend. You were looking for a job but reconnected with a friend. You rush to your computer. Your online work is about to start. 2 hours later you finish your dinner. And while your girlfriend plays a lullaby with a ukulele, you realize that today you were actually looking for a job. You followed the plan. And, more importantly, you bumped into an old friend. So, it was a good day, and looking for a job was not that scary, it was indeed kind of fun. 

This is Ricardo García. Thanks for reading.