De la letra a la cámara y viceversa: Tecnologías de escritura (II) en Huasipungo de Jorge Icaza

Huasipungo (1933) comienza con preguntas de Alfonso Pereira: “¿De dónde salen tantos impuestos? ¿De dónde? —se pregunta a menudo” (9). Atosigado por deudas y luego de una visita a su tío, Pereira decide modernizar sus tierras con una carretera para luego entregárselas a un inversionista gringo, Mr. Chapy. El drama de Pereira es ridículo y la historia de Huasipungo trágica. Como la contradicción con la que inicia el día de Pereira, ridiculez y tragedia hilan el relato. Esto sólo es posible porque las intervenciones de todos los personajes están acompañadas de acotaciones,que en guión son las indicaciones que los actores siguen para conmover al espectador con su interpretación. Entre narrador y personajes, la narrativa trata de con/movernos.

La novela está dividida en fragmentos, escenas. Las intervenciones del narrador normalmente están en presente y son verbos ilocutivos (afirma, se pregunta). ¿Por qué tantas acotaciones en el presente si mayormente una narrativa usa el pasado? Más que teatro o novela, Huasipungo narra como el cine. Antes de construir la carretera, en la chichería se dice: “—¡Pero cuáles! —grita la borrachera de don Alfonsito. Empezaron a danzar como en escenas superpuestas de cine, los moradores de la comarca […]” (42). Como musical hollywoodense, la construcción de la carretera se convierte en un set de filmación donde el tuerto capataz es un camarógrafo explotador que va sacando o metiendo a los indios de/a escena: “Entonces el tuerto se apresura en hacerles conducir a la tienda de campaña donde se les arropa con ponchos y se les da a beber un brebaje preparado con aguardiente” (60).

El cine requiere (re)producción en serie donde todos somos productores y productos. En la narrativa los indios son satisfechos por espectáculos (pelea de gallos [65]) y luego explotados hasta la extenuación. Igualmente, los indios son espectadores de su desgracia: “Una vez más los indios verán por sus propios ojos que el robo […] sólo conduce [a]l látigo, el castigo […] (108). No obstante, los indios dejan de ser espectadores y de seguir el script; el narrador deja de acotar e incluso toma un bando: “En nuestras entrañas […] hay fuerza […], nosotros llevamos la tierra fecunda en nuestras entrañas” (116). El cine “rompe la cuarta pared”, la literatura abre un umbral que nos incluye, en este caso, en el grito con que cierra la novela. De lectores pasamos a un nosotros neutro, pero ¿estaremos cómodos dentro de esa multitud?