Nunca he escrito una entrada como ésta.
Es la primera vez que decido subir la catarata de reflexiones (seguramente incompleta) que ha inundado mi cabeza a lo largo de la lectura.
Sin embargo, a pesar de mi gusto personal (que estaría en contra de una entrada múltiple como ésta) y por la presencia del mismo Edmundo Paz-Soldán, me gustaría tocar cada uno de los siguientes pensamientos/temas:
- Circularidad. La sensación que la temporalidad del libro nos da es la de circularidad. Cada episodio es narrado un vez desde una perspectiva por ser retomado y narrado otra vez por otro personaje. Nada puede resolver (sino la últimas páginas) la sensación de falta que te atrapa en el laberinto de código que es el libro y que te acompaña desde las primeras páginas.
- Imitatio. El espacio ficticio del videojuego, si seguimos el mismo razonamiento que está detrás del Test de Turing, existe por imitar el espacio real. Es decir, en un primer nivel, se percibe como real justamente por sus características imitatorias, y en un segundo nivel, influye físicamente en el mundo real (por ejemplo en la cuestión política y en la económica). A lo mejor ¿se trata de una narrativa catártica para el lector?
- Identidad (desde fuera). La identidad no es solo ese vestido social e interior que cada uno de nosotros siente como únicamente suyo; sino también la máscara pirandelliana que los demás nos ponen. Un poco como le pasa a Kandinsky en la novela.
- Delirio gris. No solo me he hallado con los fantasmas de los personajes históricos elegidos por el autor, sino también con los ecos teóricos de Levi, Macchiavelli y Agamben entre otros. De hecho, no he podido evitar que mi cabeza se fuera al concepto de zona gris con cada uno de los personajes encontrado capítulo tras capítulo, y ¿si fuera éste el verdadero delirio? Quiero decir, se podría considerar el deliro como una locura-cuerda que lo ve todo y lo explica todo a través de unos razonamientos que no podrían ser más sensibles y ciertos de lo que son y no podrían ver la realidad más precisamente de como ya la ven. Se trata justamente de ese delirio-cordura que percibe, describe y enseña ese espacio liminal que constituye la esencia de cada personaje. Me refiero a ese espacio conceptual que hay entre víctima y victimario (o mejor dicho entre la parte que dentro de nosotros es víctima y la que es victimario). Todo esto remite al verdadero enigma, al real código que hay que descodificar. De hecho, me gustaría explorar más este concepto en mi proyecto final y por eso querría preguntar a Edmundo ¿Hay realmente víctimas y victimarios? ¿El hecho de que todo el mundo esté caracterizado por esta dualidad no anula cada posible juicio moral? ¿Hay una razón por la cual enseñar a los lectores la doble cara de cada uno de los personajes? ¿Los hace más reales o hay una “moraleja” más profunda?