En la primera parte de Lituma en los Andes de Mario Vargas, hay un episodio que según mi parecer es uno de los más interesantes y significativos, me refiero al encuentro entre el propio Lituma y Doña Adriana.
El primer personaje es nuestro ‘detective’ que está intentando solucionar unos casos de sospechosas desapariciones y cruentos delitos. El segundo personaje es la mujer de Dionisio (en cuyo nombre y oficio podríamos detenernos para reflexionar sobre el uso que Vargas Llosa hace de la mitología) y en el campamento minero tiene fama de ser bruja.
Lituma es el la mente racional, el personaje que solo quiere confiar en su razón para acercarse al mundo y, en el caso de la novela, para resolver el misterio. Adriana es el personaje perturbador, el no-racional, cuya esencia está arraigada en las sombras y en los ritos ancestrales que forman parte de esa parte del mundo tan misteriosa: los Andes.
Es la misma naturaleza del territorio, así como el halo de misterio que envuelve las desapariciones y los sacrificios que requieren al espectador una especie de acto de fe, un acercamiento a lo atávico, un retorno a lo primitivo, a lo ancestral y a lo “andino – maravilloso”. Todo en ese mundo tiene una explicación que se carga de significado y de realismo a los ojos de quien sabe observar.
El mismo personaje racional, Lituma, que no cree o, mejor dicho, que no quiere creer en lo irracional, vacila, cae en esa red de creencias y supersticiones, como también el narrador admite “Allá en el norte, en Piura y Talara, Lituma nunca creyó en brujas ni brujerías, pero aquí, en la sierra, ya no estaba tan seguro.” (22)
Es como si el personaje de Lituma, desde las primeras páginas, se enfrentara a una transición, a una lucha silente que empieza por lo racional y que quiere llevarlo a la maravilloso. Inicialmente no puede aceptar las explicaciones fantásticas, no puede creer en los fantasmas o en lo espíritus malignos; sin embargo, después del encuentro con Adriana, empieza a cuestionarse y a acercarse a ese mundo que él percibe como irracional.
Es justo aquí donde lo maravilloso parece convertirse en un leit motiv narrativo. Sin embargo, me pregunto ¿podemos hablar de una especie de filtro narrativo que nos acerca (paradójicamente) aún más a lo real?