El río, narrado con una prosa límpida en Raza de Bronce de Alcides Arguedas, puede hacer mucho. Un cuerpo más en la novela, el río no sólo canta (90), sino que traga (49), roba (48), cambia de curso a capricho (41), mata (48), muge (46), asusta (41) y provoca mazamorras. Todo, al menos en el libro primero, es afectado por el río. La narración de la novela también se comporta como un río. La historia que comienza con Wata-Wara y Agiali pronto toma otro derrotero, y a su vez otras historias como cauces van agregándose al relato.
El comercio es otro elemento que acompaña de forma particular al cauce del río. El motivo por el que Agiali, Quilco, Manuno y Cachapa son mercaderes es porque su patrón los obliga a comerciar su hacienda y la de ellos mismos. El rol de estos mercaderes consiste en aumentar las arcas del patrón y del capataz de la población: como ríos tributarios. El patrón se hace rico por la desposesión de los indígenas. Aún así, como el río, el comercio también afecta de forma positiva las relaciones de los personajes en el relato (las manzanas son el obsequio que Wata-Wara recibe de Agiali para afianzar su compromiso [106]). Ahora bien, el comercio se expresa siempre por “robo”, implícito y explícito. Implícito en la forma en que el patrón roba la fuerza de trabajo y las tierras de los indígenas al obligarlos a comerciar; y explícito en las veces en que Agiali, u otro de sus compañeros, roba cañas, manzanas o higos en el valle. Incluso el intercambio es un robo, pues como dice el primer “valluno” con el que Manuno trata: “Ya sé que me están robando, pero acepto. (22).
Tanto el río como el comercio ofrecen una lógica traicionera. A su vez, la corriente del río siempre varía de forma aleatoria, mientras que los flujos del comercio no. Es evidente que no existe una mano invisible que cambie o regule la intensidad delmercado. Por otra parte, como el río, el comercio también tiene una fuerza constituyente, pues ambos contribuyen para que Agiali y compañía persistan en su existencia. Así, la novela sugiere pensar una lógica de comercio como la que aconseja uno de los personajes vallunos sobre el río: “Es preferible marchar con la corriente, meterse en ella, porque el agua, aunque traicionera, no lo es tanto como el lodo… (41-42).